Capítulo 14

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  • Dedicado a las maravillosas abuelas del mundo
                                    

- Así que era verdad... - susurró ella en una voz apenas audible.

Yo seguía petrificada en el suelo. ¿Quién era esa señora? ¿Estaba enfadada conmigo? ¿Pensaba hacerme algo? ¿A qué se refería con lo de "era verdad"?

...

- ¿Te encuentras bien, muchacha?

No conseguí articular palabra. Finalmente, la señora se acercó a mí y posó su mano en mi hombro.

- Dios mío, pero si estás temblando... debes de estar helada. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? Será mejor que entres...

No sé porqué, puede que por su forma amable de tratarme, o su quizá fingida preocupación por mí, pero terminé fiándome y entrando junto a ella a la casa.

El interior era impresionante: numerosas antigüedades y objetos exóticos adornaban las paredes y muebles.

Un extraño pájaro de madera reposaba sobre una estantería cerca de la entrada.

Una especie de paragüero con extrañas formas picudas sujetaba varios abrigos junto a la puerta.

Una impresionante lámpara araña negra iluminaba la estancia.

Las paredes, de un color blanquecino, estaban llenas de fotos antigüas y cuadros que seguramente valdrían una fortuna...

- Ponte cómoda, muchacha. Puedes sentarte en ese sofá mientras preparo un poco de té.

Me resultaba extraña su forma de hablar, y ¿té? Más bien me apetecía un buen chocolate caliente, pero no me atreví a decir nada.

La señora desapareció tras una puerta de roble donde seguramente estaría la cocina.

El sofá que la señora me había señalado era de un negro oscuro que parecía estar esperando que su próxima víctima se sentase en él para engullirlo.

Yo estaba cansada, de modo que decidí dejar a un lado mis absurdos temores para sentarme.

Resultó ser muy cómodo, y sin darme cuenta me dormí.

********************

A la mañana siguiente me desperté con el olor de galletas recién hechas. En un primer momento me extrañé del sitio donde me encontraba, pero pronto recordé a la extraña señora del día anterior. Lo malo fue que también me acordé de lo ocurrido con Leo... la noche anterior, el miedo me había ocultado cualquier recuerdo suyo, pero ahora, podía recordar con claridad todo lo que había pasado.

Algo se encogió en mi estómago, y sin querer reconocer el motivo, intenté convencerme a mí misma de que la causa era el hambre.

Me dirigí a la puerta de roble por donde había visto desaparecer a la señora el día anterior, pero antes de llegar a la manilla, la puerta se abrió. Lejos de ser la anciana señora que yo me esperaba, resultó ser otra persona.

No tengas miedo... soy yo (micro novela)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora