Lo conozco de toda la vida. A diario nos cruzamos sin vernos ni hablarnos.
Me mira sin verme, me observa críticamente sin nunca mirarme a los ojos. Su mirada siempre se posa en mi ropa, mi cabello, mi rostro. Para el todo es apariencia superficial.
No soporto mas, sé que está allí. Salgo a su encuentro y me paro frente a él.
Lo miro a los ojos y me sonríe cínicamente. Le sostengo la mirada y el rostro se le transfigura por el odio.
Sin pensarlo le arrojo una trompada al rostro y el espejo se rompe en mil pedazos.