capitulo 12 caza

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— ¡Dk! —le llamo S.coups tan pronto como se bajó del coche.

Me volví hacia la casa y, una vez me hube guarecido debajo del porche, hice señales a Dino para que entrase. Oí a S.coups saludarlos efusivamente a mis espaldas.

—Dino, voy a hacer como que no te he visto al volante —dijo con desaprobación.

—En la reserva conseguimos muy pronto los permisos de conducir —replicó Dino mientras yo abría la puerta y encendía la luz del porche.

—Seguro que sí —se rió S.coups.

—De alguna manera he de dar una vuelta.

A pesar de los años transcurridos, reconocí con facilidad la voz retumbante de Dk. Su sonido me hizo sentir repentinamente más joven, un niño.

Entré en la casa, dejando abierta la puerta detrás de mí, y fui encendiendo las luces antes de colgar mi cazadora. Luego, permanecí en la puerta, contemplando con ansiedad cómo S.coups y Dino platicaban entre ellos .

Me aparté del camino mientras entraban a toda prisa sacudiéndose la lluvia.

—Menuda sorpresa —estaba diciendo S.coups.

—Hace ya mucho tiempo que no nos vemos. Confío en que no sea un mal momento —respondió Dk, cuyos inescrutables ojos oscuros volvieron a fijarse en mí.

—No, es magnífico. Espero que os podáis quedar para el partido.

Dino mostró una gran sonrisa.

—Creo que ése es el plan... Nuestra televisión se estropeó la semana pasada.

Dk le dirigió una mueca a su hijo y añadió:

—Y, por supuesto, Dino deseaba volver a ver a the8.

Dino frunció el ceño y agachó la cabeza mientras yo reprimía una oleada de remordimiento. Tal vez había sido demasiado convincente en la playa.

— ¿Tenéis hambre? —pregunté mientras me dirigía hacia la cocina, deseoso de escaparme de la inquisitiva mirada de Dk.

—No, cenamos antes de venir —respondió Dino.

— ¿Y tú, papa? —le pregunté de refilón al tiempo que doblaba la esquina a toda prisa para escabullirme.

—Claro —replicó. Su voz se desplazó hacia la habitación de en frente, hacia el televisor. Oí cómo le seguía Dk.

Los sandwiches de queso se estaban tostando en la sartén mientras cortaba en rodajas un tomate cuando sentí que había alguien a mis espaldas.

—Bueno, ¿cómo te va todo? —inquirió Dino.

—Bastante bien —sonreí. Era difícil resistirse a su entusiasmo—. ¿Y a ti? ¿Terminaste el coche?

—No —arrugó la frente—. Aún necesito piezas. Hemos pedido prestado ése —comentó mientras señalaba con el pulgar en dirección al patio delantero.

—Lo siento, pero no he visto ninguna pieza. ¿Qué es lo que estáis buscando?

—Un cilindro maestro —sonrió de oreja a oreja y de repente añadió—: ¿Hay algo que no funcione en el monovolumen?

—Ah. Me lo preguntaba al ver que no lo conducías.

Mantuve la vista fija en la sartén mientras levantaba el extremo de un sándwich para comprobar la parte inferior.

—Di un paseo con un amigo.

—Un buen coche —comentó con admiración—, aunque no reconocí al conductor. Creía conocer a la mayoría de los chicos de por aquí.

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