Capítulo 27

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Sus ojos vagaban por cada uno de los presentes en la habitación, buscando reacciones.

-Te dije que no tendríamos que habérselo dicho.-La voz de Althea salió en un susurro para Stiles,éste rodó los ojos, pero en su mente, pasaba la idea de que ella tenía razón, aunque eso no duró mucho.

-¿En serio?¿A Derek?-la voz de Scott se hizo presente.

-¿Me estás diciendo que de todo lo que os hemos contado, esto es lo único que te importa?-ella respondió.

-¿Ni siquiera tenías pensado contárnoslo al resto?- Althea miró al dueño de la voz.

-Isaac, por favor, no empieces tú también. No, no quería contároslo porque es sobre mi, es mi vida y creo que tengo el derecho a elegir a aquellas personas a las que les quiera contar lo que me esta pasando a MI- hizo énfasis en el "mi".- Sí, elegí contárselo a Derek, no quería preocuparos a los demás, confío en él, me ha ayudado.- Althea dirigió a Derek una mirada de perdón.

-Sigo sin poder creerme que confiaras antes en Derek que en mi, tú propio primo.

-No creo que ahora importe mucho que ella acudiera a mi antes que a ti o algún otro de la manada, Scott.- era la primera vez que Derek hablaba desde que llegó.

La habitación quedó en silencio tras aquello, la castaña comenzó a angustiarse y a medida que pasaba el tiempo, pensaba cada vez mas que contárselo había sido una mala idea.

-¿Y ahora qué hacemos?-la voz de Isaac rompió aquel silencio incómodo.

-Ahora luchamos.-todos los presentes posaron su mirada en el más joven del grupo, Liam-¿Qué?¿No es lo que Scott suele decir?- Lydia rodó los ojos.

-No podemos luchar, porque no tenemos contra qué o quién luchar, no de momento.Lo único que sé es que hay otro ser como yo que tiene toda la pinta de ser maligno, aunque eso no lo sé con seguridad, porque ya sabéis eso de no se debe juzgar un libro por su portada.Como luchemos contra eso y acabe estando de nuestra parte la habremos cagado.Bueno eso y que...algo pasa con los fantasmas.

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Tras un largo proceso de contarles los sucesos de su no tan agradable encuentro con Allison en el instituto;  las palabras "No puedo creer que no me lo contarás, a mí, tú primo" procedentes de Scott cada cinco minutos y numerosas miradas de reproche,llegaron a un acuerdo.

No creyó que lo consiguieran. Todo el mundo tenía sus propias aportaciones: unas descartadas nada más salidas de los labios del dueño. Pero, pero tras un tiempo fueron capaces de decidir entre todos. Al fin y al cabo el problema de uno, era el problema de todos, se ayudaban el uno al otro. Eran una unidad, una manada; capaces de confiar entre ellos. 

****

-¿ Alguna vez te has preguntado qué estará haciendo Tina?- la voz de Mason Crawford resonó por el comedor revestido de paredes blancas. Este tipo de cenas eran los pocos momentos, que la ahora familia Crawford integrada por dos miembros, pasaba junta. Solían ser reuniones silenciosas, con una escasa conversación para rellenar el gran vacío de la casa. Pero nunca antes, en sus diálogos. se había hablado de Tina Crawford, difunta esposa y madre; conocido el estado actual de la mujer solo por uno de los integrantes de la familia, mientras el otro integrante sumido en la mentira del abandono.

Althea miró brevemente a su padre; removió la comida en el plato como si de repente hubiera perdido el apetito; tragó en seco; y  su mandíbula se tensó involuntariamente, un acto reflejo para intentar evitar las lágrimas.

-Sí- respondió evitando el contacto visual.- O por lo menos solía hacerlo.

De una manera forzada llevó a su boca el tenedor en el que se encontraba escaso alimento, tomándose su tiempo para masticar y por fin, tragar.

El hombre de piel oscura miró a su hija de forma intrigante. Althea, consciente de que su padre esperaba una respuesta, se levantó apresuradamente del asiento y se dirigió a él.

-Buenas noches, papá.- besó su mejilla, se dio la vuelta para dejar el lugar, pero la acción le fue impedida mediante un agarre. Miró hacia abajo, viendo una mano oscura, haciendo un ligero contraste con el color de su propia piel, unos grados más claro que la de su progenitor.

-¿Porqué ya no?- la voz de su padre llegó calmada y a la vez dura a sus oídos, provocando un mero sentimiento de miedo.

-Me he cansado de preocuparme por alguien que nos abandonó.- mintió, pero se dio cuenta que prefería esa falsedad a la horrible verdad.

Sintió como el agarre se iba aflojando, dejándola finalmente libre. Sin hesitar, corrió escaleras arriba, con una dirección clara: su habitación.

Llegó a su refugio de paredes lisas, de un color crema tan claro que podía ser confundido con blanco. Tras de si, cerró la puerta con pestillo, de una manera ligera; teniendo miedo de que su padre oyera el movimiento de los cerrojos. Se recostó contra la puerta, dejando el aire salir de su cuerpo en un sonoro suspiro. Su mirada grisácea se posó sobre el segundo cajón de su escritorio. Una idea se estaba formando en su cabeza. La cual, no sabía si iba a ser capaz de llevar a cabo.

Con pasos lentos, como si quisiera hacer tiempo, llegar lo más tarde posible a su destino; se dirigió al escritorio de madera oscura, el nerviosismo creciendo en su cuerpo de una manera exagerada con cada paso. Al la vez que se arrodilló, una vez encontrada ante el mueble en el que había pasado tardes estudiando; se mordió las uñas de una manera involuntaria. Sorprendiéndose a si misma del acto, llevaba sin hacerlo años. Solía ser un tic nervioso que tenía cuando era pequeña, un gesto que su madre despreciaba; siempre diciéndole que parase de hacer eso. Hasta que un día, con trece años, paró. No se dio cuenta de su tic había desaparecido hasta que su madre se lo dijo. Era una cosa estúpida, pero Althea se sintió orgullosa de si misma por haber superado aquello.

Colocó las manos sobre el segundo cajón, estaban frías. Con lentitud, como todos los movimientos que llevaba haciendo desde que llegó a su habitación; abrió el cajón. Dentro de este las cosas estaban desordenadas, pero había algo que sobresalía. La pequeña caja con el collar de su madre. Sabía que este momento iba a llegar tarde o temprano; que tendría que ver, sentir, más de lo sucedido. Que tendría que llegar al final de la historia de Tina Crawford y al comienzo de la historia de un asesino. Abrió la caja, depositando la tapa en el suelo.  Nunca creía que iba a tenerle tanto miedo a un collar. Aunque en las circunstancias en las que se encontraba, ese collar no era lo único a lo que temía; también se encontraban los demás objetos de su alrededor. Porque,¿y si uno de ellos la llevaban a una muerte ajena?

My 3a.m sleepy kisses |I.L|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora