Capítulo 2.

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Las calles estaban difícilmente transitadas, los autos pasaban, las personas también, pero para esta chica, todo era igual, no había cambio, no había nada en lo que interesarse.

Era una fría noche, su estómago rugía fuertemente, sus ojos pesaban, pero ella seguía caminando, y es que ¿Qué más podría hacer? No tenía dónde quedarse, de hecho, no recordaba cuándo fué la última vez que durmió en una cama, o cuándo recibió por última vez un plato de comida. Entonces solo le quedaba eso, caminar, hasta escontrar un lugar que no estuviera tan frío, o entrar a alguna iglesia que por equivocación hayan dejado las puertas abiertas... Esta era su vida, no podía hacer nada más.

Siguió caminando y al pasar al lado de un callejón donde estaba el basurero de un restaurante chino, no lo pensó mucho, se dirigió allí a ver qué encontraba, cualquier cosa, solo quería tener algo en el estómago, ya no soportaba más el ardor que los jugos gástricos provocaban.

Llegó al contenedor, y enseguida varias ratas huyeron con su presencia, otra chica pudo haber salido despavorida de ahí, pero ella estaba acostumbrada. Estaba acostumbrada a convivir con ratas, o como había dicho una señora algunos meses atrás; a ser una rata.

Buscó, y encontró un envase desechable con comida no tan vieja. Sus ojos se llenaron de lágrimas, en sus labios se posó una sonrisa de agradecimiento y alivio, podría comer eso sin ninguna dificultad. Sin esperar más, se sentó al final del callejón y empezó a comer, o bueno, mejor dicho, a engullir la comida, sentía que su resentido estómago se llenaba a medida que tragaba, podía sentir los bocados bajando por su tráquea y aterrizar en su estómago, era una sensación desagradable, pero en aquel momento solo pudo agradecer por esa sensación. Siguió comiendo, hasta que escuchó unos pasos dirigirse hasta ella.

—¡Pero miren a quién tenemos aquí! Lauren Jauregui, o mejor dicho, la princesita verde —al instante de escuchar esa voz, todo su cuerpo se heló, sus manos comenzaron a temblar, su corazón iba a salirse de su pecho. Sus ojos se cerraron, pero inmediatamente se volvieron a abrir. No lo miró, no habló, solo siguió comiendo lo más rápido posible.

—¿Qué tienes ahí princesita? ¿Es eso comida de la basura? Me imagino que tendrás mucha hambre ¿No es así? —escuchó una vez más ese tono cínico y sarcástico. Tenia miedo, eso era lo único que le transmitía esa voz.

—¡Te estoy hablando a ti puta! ¿Acaso no me recuerdas? ¿No recuerdas todas esas noches? ¿O es que terminaste de volverte loca? —gritó aquel hombre, para agarrar el envase plástico y estrellarlo contra el suelo, seguidamente levantó a la pálida joven y la golpeó contra la pared, acercándose a su rostro, y encerrando su frágil cuerpo con el suyo tosco.

—¡Mírame princesa! ¿Todavía tienes esa mala costumbre de no mirar a las personas cuando te hablan? —volvió a gritar.

Lauren se preguntaba por qué. ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué a ella? Y especialmente ¿Por qué él ?. Empezó a llorar descontroladamente, llevó sus manos a sus oídos, le costaba respirar, el pánico la cegaba.

—Yo te voy a enseñar a que respetes, será como en los viejos tiempos princesita. Como cuando sólo eras una niña y yo te poseía deliciosamente —esa frase alteró todos sus sentidos, no otra vez, no—. ¿Te acuerdas de esos tiempos? Tan hermosa, tan provocativa, una pequeña putita desobediente. Pero ahora estas más grande, más hermosa, estás más buena. —dijo para agarrar su trasero y apretarlo salvajemente.

En estas situaciones sabía que no debía hablar, no debía moverse, eso era lo que le habían enseñado. Pero ahora todo era diferente, ella era diferente.

El hombre empezó a besar su cuello desesperadamente de forma descuidada. La ojiverde solo sentía náuseas, trató de alejarlo, y ahí fué cuando vino el primer golpe, un puñetazo justo en su mejilla izquierda, gimió de dolor al instante.

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⏰ Última actualización: Sep 16, 2020 ⏰

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