Capítulo 3. Mal tiempo.

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Esa mañana lluviosa, con su abrigo tres tallas más grande y su paraguas goteando, al verlo allí sentado quiso correr y abrazarlo, pero se contuvo. Simplemente se sentó a su lado, el muchacho había mantenido su mirada oculta todo el rato; escondido, y Fubuki Shirou se debatía entre preguntarle o no sobre su ausencia el día de ayer. Sus ojos jades apenas miraron su rostro por unos segundos, mientras sus labios se separaban.

–Los miércoles los paso con mi padre.– Fue lo que dijo.

A pesar de que el albino no le había pedido una explicación sentía que debía dársela. Le había costado el mundo enteo decir aquella frase, se preguntaba si el muchacho no se interesaría por ello y pensaría que era un raro. No quería sufrir tal vergüenza, pero, en caso de que sí le importara, no quería quedar como un grosero. ¡Santo Dios, ni que lo fuese dejado plantado en una cita!

Fubuki se sintió muy agradecido de que ese chico percibiera sus sentimientos. Sentía tanta vergüenza de pedirle una explicación, como si fueran algo muy grande. Esbozó una ligera sonrisa y lo miro por el rabillo del ojo, con timidez.

–Eso es genial.–expresó con honestidad. Él también quería pasar los miércoles con su padre. O cualquier día de la semana.

A Hiroto le impresionaba la honestidad que ese chico emanaba, como si no supiera mentir. Como si el defecto del engaño no viniera en él. Le tendió su mano con el pequeño auricular y él lo aceptó, sus dedos se encontraron, lo sintió en cámara lenta y luego lo vio extraer algo de su mochila: un libro.

El chico pelirrojo estaba leyendo su manga. Al principiopensó que sólo era su imaginación, élno se veía como alguien que le gustase leer mangas. Pero el pelirrojo tenía la vista clavada en su regazo y tuvo que mirarlo para darse cuenta de que no lo hacía de una manera grosera y sus ojos verde lago se movían de cuadro a cuadro. Fubuki Shirou procuró no obstaculizar su vista con su mano y pasó las páginas más despacio. De nuevo, las palabras no hacían falta en su reducido mundo de dos.

Intentó ser discreto, pero claramente había fallado, de igual manera, al albino no parecía incordiarle su curiosidad. Sinceramente, no le había llamado nada la atención en un principio, pero estaba aburrido y el viaje comenzaba a hacerse más largo por el tráfico, ni siquiera se percató en qué momento había sido absorbido por la historia. Se inclinó hacía el chico, tanto, que podía sentir su aroma; el olía como a talco para bebés.

Hiroto Kiyama olía a jengibre y "algo más". Quería pegar su nariz al cuello blanco de él y aspirar con fuerza, que su aroma lograda embriagarlo a tal punto de no saber dónde estaba ni quién era, y descubrir ese "algo más" que emanaba de sus poros. Pero no lo hizo, aunque miraba su cuello como un vampiro a su víctima. Se sentía enfermo.

Por una fracción de segundos sus ojos se encontraron. Se atraparon a medio camino de espiarse mutuamente, Fubuki Shirou le sonrió abiertamente, Hiroto Kiyama se esforzó por corresponderle;necesitaba aprender sobre el arte de las sonrisas urgentemente.

Cuando el albino se bajó en su parada, Hiroto Kiyama se vio tentado a pedirle prestado el manga, pero aquello de inmediato le pareció un abuso de confianza, aún cuando elmuchacho había tenido la amabilidad de permitirle leer con él aunque no se lo hubiese pedido. Lo observó mientras se alejaba, como, aún ataviado en ese enorme suéter, su espalda era tan estrecha y sus hombros tan delgados. Él parecía una muñeca. No se permitió quitarle los ojos de encima hasta que desapareció por la salida. Se preguntaba a dónde iría o qué haría un chico tan bonito, ¿por qué no era capazade simplemente pregutarnle? Seguía sintiendo que era demasiado pronto. Tenía su silueta grabada en la retina.

Su mente no se enfocó hasta que entró a su salón de clases, ocupó su lugar ya acostumbrado y en minutos su compañero llegó. Ruiji Midorikawa, ese era su nombree un chico de piel gitana, ojos oscuros y poseedor de una reserva de energías inagotables. Siempre hablando, siempre cantando. Siempre feliz. Parecía que Hiroto Kiyama tenía un imán para atraer a las personas que eran completamente opuestas a él.

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