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–¿Tú qué harás? – preguntó Midorikawa.
Hiroto Kiyama no podía olvidar los acontecimientos del día anterior, todavía podía verlo llorar en su hombro cuando cerraba los ojos, podía escuchar sus sollozos y sus quejas. Pero, más que todo aquello, no podía olvidar lo que había ocurrido después de que el chico del autobús dejó de llorar y sólo estaba apoyado en la separación entre su cuello y el hombro, Hiroto descansaba parcialmente su cabeza sobre la de él, su cabello olía a shampoo para bebés. Era terriblemente adorable. Y, de pronto, el chico de las estrellas buscó su mano y unió palma con palma, como si estuviera comparando su tamaño y, extrañamente, los dedos de él eran más largos.
–¿Llegaste a tocar algún instrumento?– preguntó sin dejar de observar sus manos unidas.
Hiroto asintió. –El violín.
Y pudo notar que su boca esbozaba una brillante sonrisa honesta que había estado extrañando. Pero su mirada decía tantas cosas que no alcanzaba a descifrar, podía ver la nostalgia entre esas emociones.
–Ahora lo veo, mis manos se alegran de tocarte.– dijo, provocando en Hiroto un notorio sonrojo. Lo miró a los ojos, estaban abiertos de sorpresa, brillando como las constelaciones en invierno. Le sonrió bonito. –¿Tus manos se alegran de tocarme?– preguntó.
Aquello había sido una confesión y darle una respuesta sólo podía trazar dos caminos sin retorno "Corresponder" o "Rechazar". Con su corazón envuelto en fuego, Hiroto Kiyama no fue capaz de ofrecer una respuesta.
Ahora estaba frente a su mejor amigo sin saber muy bien qué estaba sintiendo y por qué. Un avión atravesaba el mar de estrellas que era su pecho, haciéndole vibrar todo el cuerpo. Como un gato, aquel chico se había acercado sin hacer ruido, había olvidado su miedo y dio el primer paso; uno pequeño y necesitaba un empujón para completarlo. Sólo Hiroto podía ser el "relevo" de esa carrera pero lo pilló por sorpresa y no había podido seguir su ritmo. Midorikawa había formulado otra pregunta "¿Vas a olvidarlo?" ¿Cómo podría? Cuando la clase dio por finalizada, se levantó de su asiento y salió del salón apresurado, bajo la atenta mirada de Midorikawa. Era miércoles, días que pasaba con su padre y no veía al chico del autobús, pero ese día tenia una urgencia, no podía simplemente posponerlo. Aquel deseo parecía una estrella fugaz. Sólo por el hecho de compartir el mismo asiento el paisaje de siempre se ve distinto. Logró detener el autobús a tiempo y lo vio en aquel que era su lugar y de nadie más. Su corazón tocaba una melodía de tristezas y alegrías.
¿Cómo se llamaba esa sensación?
Se acercó y se sentó junto a él, lo miraba con curiosidad, tratando de comprender qué hacía allí cuando debería estar en otro lugar. Sus ojos grises. Sus labios finos que esbozaron una sonrisa.
–Creí que los miércoles eran exclusivos de tu padre. –Comentó.
Hiroto sonrió. –Si, pero hoy, algo es diferente.– dijo.
–¿Él qué?
¿Cómo se llamaba ese sentimiento?
–Quiero verte.– respondió.
Probablemente se llame amor.
Shirou sonrió y sus mejillas enrojecieron de la emoción. Estaba tan feliz, aquello era una respuesta; un "Sí, yo también", a su confesión. El corazón le latía fuerte, pero no estaba ansioso, simplemente, estaba feliz. Estaba muy feliz. Extendió su mano y lo miró con ojos de todo va a estar bien.
–Shirou Fubuki.
Hiroto le estrechó la mano por primera vez, era como tomar algo vivo. Algo completamente precioso. Sabía que si lo soltaba, el vacío que sentiría sería insoportable.
–Hiroto Kira.
Sí, era amor.
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ELLOS
Romance"Cuando le conocí, mi vida cambió. Lo que veía, lo que escuchaba, lo que sentía. Todo empezó a cobrar color. ¡El mundo empezó a brilla!". A unos pasos de la primavera, Ellos comenzarían a correr juntos.