Octubre 24

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Te sueño como se sueña alguna guerra que se gana con sólo tomarte de la mano. Y cuando despierto hay calma. Después de esos sueños siempre hay calma.

Pero ojalá fuera una calma bonita, de tregua y paz, de ondas que llegan a parar a nuestro precipicio y acarician los bordes de nuestras heridas. No. Es una calma venenosa. Una calma que dice a todas voces que tú te has ido y que no vale la pena seguir esperándote. Una calma de ausencia, de silencios, de no verte despertar, de no ver tu falda arbitraria incitando mi locura.

Recuerdo que alguien ya me lo había dicho antes: A veces el amor es la herida que te haces a ti mismo.

A la que Amé en Octubre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora