Me gustaría volver a leer todo lo que escribí el año pasado. Quiero empezar y no puedo, como si leerlo hicieran que algunas cosas volvieran a suceder delante de mis ojos, como si eso fuese posible. Algunas cosas las haría distintas. Me río sola pensando que algunas ni las haría. Y entre el diario, las palabras , mi cabeza y yo, haría otras cosas que si me darían vergüenza después.
Y fue en el verano. En algún momento del verano. Una noche sentada en la tarima por ver quinientos ochenta y siete cuando todo me empezó a importar poco. Menos que poco. Lo vi a Simón bailando con la rubia numero trece desde que habíamos dejado de ser amigos-casi-novios, o lo que sea que hayamos sido mientras duró, que fue poco, y me di cuenta de que ya no dolía. Lo vi, como lo veía viendo todos los sábados que juntaba valor para ir bailar. Esperé que verlo me doliera, como el sábado anterior, como la última vez. Esperé, pero no pasó nada. No dolió. Porque un día deja de doler. Viste, Simón, un día deja de doler. Y te importa un carajo. Sí, delicado lo mio. Y no es que me hubiera dejado de gustar él. Porque no. Ese día en la tarima me seguía gustando pero ya no me dolía. Te vas curtiendo. Un poco a poco. Y ahí, mientras no me dolía pero todavia me gustaba, recuperé mi territorio. Como si antes se lo hubiera entregado a el. Como si un poco se lo hubiera entregado a todo el mundo. A papá, a mamá, a él, a Aitana, a los que no me ven y a los que me ven. Y ahí caí. La gente dice: "Me cayó la ficha". Yo soy la ficha que cae. Y fue cuestión de tiempo, días, bueno, un mes, un par de meses, hasta que me di cuenta de que Simón directamente me había dejado de gustar. Nada ni un poco. La sensación de ese instante. Como cuando me enteré de que Papá Noel existía solo para mí. Simón, ni existía.
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Intermitente Rafaela
Ficção AdolescenteEsta Historia es la continuación de Rafaela de Mariana Furiasse.