Milo leyó el periódico. Había hecho un buen trabajo. Una vez más. Bajó al sótano, donde tenía todas las partes sustraídas de cada cadáver, en una especie de refrigerador. Los tenía apilados uno arriba de otro. 

Había veces en que no entendía porque hacía esas cosas. A la mayoría de las personas que había asesinado no las conocía. Sólo tenía estrecha relación con una de sus víctimas. Se sentó en una vieja silla que tenía frente al refrigerador.

Todo había sido tan rápido...Podía sentir todavía el cuerpo de su hermana muerta entre sus brazos, como si hubiera pasado unos minutos antes. La gente corría de un lado a otro a su alrededor. Él no podía soltar el cadáver. No había sido su culpa que cayera al suelo. Ella había corrido bastante rápido y no se había fijado. Si. Eso era. No podía soportar el hecho de que se quedara únicamente con su recuerdo. Tenía que quedarse con otra cosa suya. La miró fijamente. Sin pensarlo dos veces, sacó una navaja afilada y comenzó a cortar la cabeza. 

Sintió un espasmo. Cerró el refrigerador. Se levantó y subió de nueva cuenta.

MiloWhere stories live. Discover now