Razón segunda

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Las razones por la cual terminamos fueron variadas, y en este texto me obligaré a explicar cada una ellas porque creo que Katherine lo merece, y no una cualquiera llena de labia y engaños, sino una real que aunque duela no miente ni pretende hacerlo, no se presta a la ilusión de la buena vida ya que eso es lo que se hace al alargar el cuento en palabras bonitas: ilusionar.
La cosa es bastante simple, si no funciona : no funciona. No hay razón para darle tanta vuelta al asunto, uno vive para la felicidad y una vez que la pierde deja todo por volverla a encontrar, entonces digamos que contigo logre tenerla por algún intervalo de tiempo, pero ya ahora  pareciera que decidió irse a otra luna, a otro espacio de tierra que me arrulle y mantenga acogedora entre sus brazos; por consecuente debo dejarte, ya no me haces feliz y aunque suene terriblemente egoísta esa es la naturaleza del hombre, este siendo libre como quisiese decide si su comodidad oscila en la de los demás o en la propia. En ese sentido tu Katherine parecías un engaño, pues por mas o menos 3 años y medio mi conciencia limpia pensaba que mi felicidad era completamente atribuida a la tuya, que mis emociones estaban enlazadas a ti igual o más fuerte que un niño a su madre; ahora caigo en la sorpresa de que si, en efecto eras motivo de alegria, pero de la mía y eso me hacía sentir cómodo, significa que no dependía de nadie. Lógicamente si tú te sentías mal yo te acompañaba y me dolía verte sufrir, pero no sufría contigo, esas cosas solo son lo que las películas en cartelera de domingo nos venden, A nadie le duele lo tuyo como suyo, solo sienten compasión por ti. Yo sé que tú entiendes.  Y con ello termino la razón segunda.

Oh Katherine, Ya era hora de terminar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora