El ocaso se retiró para comenzar su reparador sueño, cediéndole su sitio a la luz de las estrellas, las cuales como lámparas iluminaban la oscuridad del desierto.
Entre las dunas de arena y el frívolo ambiente de las desérticas tierras, se encontraba caminando el campeón de las Diosas, llevando en su espalda a su protegida, la princesa del reino al que servía, Zelda. El motivo por el que los jóvenes estaban tan cercanos se debía a que en horas de la mañana había ocurrido un incidente en el que la dama estuvo involucrada, pues fue atacada por unos Yigas, que por suerte no pudieron llegar a más gracias a que el héroe la salvó a tiempo, acabando con el trío de rufianes. En todo ese trance, la regente se torció el tobillo, por lo que se le dificultaba caminar, y por eso su escolta la llevaba a sus hombros. Con la llegada de la noche debían buscar un lugar seguro donde construir su campamento, aún estaban muy lejos del rancho del cañón.
- Alteza, acamparemos en esas ruinas. Se ven seguras y sus paredes nos protegerán del frío.
- Está bien, Link.
Desde que el joven la había salvado lo notaba más serio y callado de lo normal, hasta podría decirse que enojado, a pesar que lo sabía disimular muy bien. Mientras ella descansaba en el hostal del bazar Seken, no supo nada de él, a diferencia de otras veces que la seguía a todos lados, lo que le hizo asegurar que estaba molesto con ella, y con justa razón. Se fue de Vah Naboris sin siquiera avisarle, rebelde y altiva como siempre se había mostrado, queriendo mantenerlo lejos. Y aun así, el muchacho arriesgó su vida para salvarla. Le costaba reconocerlo, pero ahora se sentía incómoda con esa distancia, con esa sequedad con la que la trataba.
Mientras reposaba arrimada a una palmera, Zelda observó como Link encendía una fogata y colocaba algunos trozos de carne en palos de madera para asarlos. En serio no podía creer que a pesar de su mal trato él siguiera atento a ella, obvio que era su obligación, pero sentía que sus acciones iban más allá.
Después de todo un día de reflexión, y dejando de lado su maldito orgullo, estaba dispuesta a cumplir con la promesa que se hizo a sí misma, la que pasmó en las páginas de su viejo diario. Con dificultad, comenzó a gatear hasta donde el caballero se encontraba.
- Link...
El campeón, al escuchar el llamado de su dama, se sobresaltó y se dio la vuelta.
- Princesa, ¿por qué se ha movido de su puesto? Usted debe tener ese tobillo en reposo. – dijo, sereno pero preocupado.
- Espera, necesito que me escuches.
Al ver la seriedad con la que la joven le había hablado, guardó silencio y procedió a escucharla.
- Link, antes que nada quiero agradecerte por haberme salvado la vida. De no ser por ti, quién sabe que hubiera sido de mí.
- No tiene nada que agradecer. Sólo cumplí con mi deber.
- Tu deber es cuidarme, no velar por mis tonterías, y eso fue lo que cometí al irme sin avisarte. Por eso, y por la manera tan displicente con la que te he tratado desde que comenzó esta travesía... te pido que me perdones.
El inexpresivo caballero, por primera vez, cambió su sereno rostro a uno de ligera sorpresa, pues jamás se imaginó que algo como eso pudiera ocurrir. La princesa del reino, la portadora del poder de las Diosas, ¿pidiéndole disculpas a un ser corriente como él? Definitivamente no las merecía y no podía permitir que ella se rebaje a eso.
- Alteza, esto no es necesario. – dijo serio.
- Si lo es, porque las mereces y yo me he comportado muy mal contigo. Link, sé que sonará raro lo que voy a decirte, pero desde hace tiempo, no... desde que comenzó todo esto, siento que tu protección no es únicamente por obligación, sino que lo haces por convicción. Un ejemplo es ahora, tú no tienes por qué cocinar para mí, tenías la opción de que un sirviente del bazar me lleve en algún transporte improvisado, pero no lo aceptaste. Querías ser tú el que se encargue de todo. Esto va más allá de tus funciones.
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A través de las eras
FanfictionCuando el amor y el destino se cruzan, no hay era que lo limite... Conjunto de escritos para la semana zelink 2017.