Mirarse al espejo y no encontrarse

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Inma se miraba al espejo, buscando imperfecciones. Analizándose rigurosamente. Aún no estaba convencida del aspecto que lucía. Una hora había estado encerrada en su cuarto, probándose una y otra vez ropa que le quedase bien y fuese adecuada para llevar a la cita. Pensó en que tal vez fuese el maquillaje el responsable de su indecisión. De todos modos, ya no tenía tiempo para cambiar de opinión. Buscó entre sus cajones unas medias que no tuviesen carreras. Mientras se las subía descubrió pelos sin depilar en las piernas. Corrió hacia el baño y cogiendo la cuchilla se quitó los imperfectos. Para mala suerte, al deslizarla, sus manos temblorosas presionaron de más y un hilo de sangre apareció. Se apañó como pudo; agua, papel, y cuando estuvo estuvo seco se puso una tirita. Al rato ya estaba lista para salir, aunque no lo sintiese.

El camino se hizo más duro de lo que pensó. Durante todo el trayecto dudas e inseguridades la asaltaron. En cuanto se sentó en el autobús, sintió cómo la falda que creía ser cómoda dejaba más pierna de la quería al descubierto. Las juntó tanto como pudo, pero la sensación de estar desnuda no se iba. Pero eso no fue lo que más la incomodaba. Se subía la camiseta, pensando en que le resaltaba el escote demasiado.

Santiago, su cita, le esperaba en la pizzería. Al verlo pensó que era aún más guapo que en las fotos de Instagram. Era la primera vez que se veían. Todo había empezado con unos comentarios en fotos, luego mensajes privados por chat, y por último, un intercambio de teléfonos. La superaba en edad considerablemente, ella con sus quince años y él con sus diecisiete. Durante toda la semana había imaginado los posibles escenarios y resultados de su cita. 

En cuanto se dieron los primeros besos de recibimiento una ola de calor la invadió. El nerviosismo había provocado que durante el recorrido sudase más de lo normal, y a esas alturas ya habría anulado el desodorante. Una vez pidieron fue directa al baño. El sudor hizo que el maquillaje se corriese e intentó arreglarlo, pero al frotar lo empeoró aún más. Lo que fue sombra de ojos se convirtió en una mancha negra. Los granos que había intentado ocultar tan desesperadamente con el maquillaje estaban latentes y amenazaban con arruinar su cara. Rendida decidió salir, pues no quería alarmar al chico. ¿Qué pensaría de ella? Seguro que en el fondo se reía de su aspecto y lo ridícula que se veía. Al menos así pensaba ella. Tras una conversación trivial, donde se tocaron los temas de gustos, hobbys, estudios, futuro y un largo etcétera, las tripas de Inma comenzaron a rugir estridentes. Con los nervios había comido más rápido que de costumbre y sentía el estómago revuelto. Deseó salir corriendo al baño para que Santiago no lo escuchase, pero le resultaría sospecho que volviese otra vez. Lo dejó pasar, pero sus tripas volvieron al acecho, y a pesar de que antes lo pudo ocultar con el ruido de fondo, esta vez estaban en completo silencio y rugieron aún más fuerte. Santiago la miró, su boca formó una pequeña sonrisa, pero no dijo nada. Entonces decidió que era momento de ir al baño. Encerrada allí, quiso salir corriendo del lugar. Estaba entera sudada, olía a sudor. Y bajo la luz fluorescente tenía una pinta horrible. Se sentó en el váter, pues tenía ganas de expulsar la cena. Pero le resultó imposible. Como una valiente decidió volver a salir, a pesar de sentir el estómago pesado.

Al poco rato salieron del local y fueron a un parque cercano. Inma sintió miedo, por lo que él podría pensar sobre ella. En el momento en el que estaban el uno frente al otro sintió como el estómago llamaba su atención, pero de una forma distinta. Santiago la tocó los hombros mientras decía:

-Ha estado bien el encuentro. Aunque me gustaría que lo hubieses disfrutado más.

-¿Bromeas? Ha sido genial - dijo Inma convencida de haberlo pasado bien. - Eres un chico fantástico.

-No lo parece la verdad. Te has pasado media cita en el baño y distraída. Y creo que ni te has fijado en mí un solo segundo.

Inma abrió la boca para responder. Pero pensó en que realmente tenía razón. Había estado tan preocupada por cómo la vería él, que ni siquiera había visto realmente al chico. Pero al verlo tan tranquilo y despreocupado se relajó. Había estado toda la tarde estresada.

-Podríamos tener una segunda cita, si te apetece, y olvidar los problemas de esta. - A Santiago se le veía animado.

Inma se alegró e iba a decirle que aceptaba encantada cuando el chico se inclinó para darla un beso. En ese momento los gases que llevaba acumulados se desataron y se le escapó un pedo. Que a pesar de ser pequeño llegó a los oídos de Santiago. El silencio se hizo protagonista del momento. Pero fue Inma esta vez quien lo rompió.

-Tienes razón. Para la próxima evitaré estar menos avergonzada por los defectos. Pero por hoy creo que fue suficiente. - Tras decir esto se largó de allí directa a su casa, con el objetivo de olvidar aquella noche para siempre y entrenarse para que en la próxima fuera ella misma.

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