Hermano gemelo malvado

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Sus ojos brillaban, sus mejillas sonrojadas resaltaban una amplia sonrisa por todo su rostro. Recuerdo sus labios moviéndose mientras pronunciaba las palabras: "vamos a ser padres". Recuerdo el pelo alborotado de aquella mañana, su respiración fuerte y rápida debido a la emoción del momento. Fue entonces cuando mi mente gritó de alegría y no fui capaz de expresar todas las emociones que sentía. Pero recuerdo que la abracé muy fuerte, que la susurré que la amaba. Y que fue uno de los momentos más felices de mi vida. Recuerdo que todo era amor y una calma infinita.

Y ahora siento un vacío, un gran vacío, metido en mi pecho, en un interior negro. Estoy rodeado por una oscuridad que ha bloqueado todos mis sentidos. Me encuentro perdido. En cuanto llegó se llevó todo el amor que encontró alrededor.

Le di gracias a Dios. Sentía estar en un mundo paralelo, respiré hondo e intenté mantener la calma, pero lo que tenía ante mí era tan bonito que lloré de emoción. A partir del primer recuerdo, ese primer y precioso momento, todo se vuelve borroso y avanza a una velocidad vertiginosa.

Le ruego a Dios que me devuelva lo que me fue arrebatado, que me lleve a aquellos días pasados. Pero no sé si está en su mano, ni siquiera sé dónde está ¿Por qué me abandonaste?

En marzo hicimos una pequeña fiesta para celebrarlo, vinieron todos nuestros amigos. Sus hijos ya tenían entre cuatro y seis años, hasta mi compañero de trabajo tenía una hija de diez años. Pero no nos importaba, además la hermana de Griselda acababa de tener su segundo hijo. Todos reían y nos felicitaban, se alegraban por nosotros.

No sé a qué le tengo más temor, si a la soledad que ha ido creciendo en mí gradualmente o a al cariño perdido. Todo lo que fui despareció aquel día.

En abril empezamos a planear la vida del bebé. Era pronto, pero lo llevábamos esperando tanto tiempo que no pudimos evitarlo. Griselda quería que se metiese a algún deporte, como fútbol, pero yo ansiaba que diese clases de música. Aún con todo, encontraríamos la forma de compaginarlo.

He perdido el rumbo. No cuento el tiempo, solo oigo el silencio. Y un llorar.

En mayo nos mudamos. Ambos teníamos buenos puestos de trabajo, y a pesar de que la anterior casa no estuviese mal queríamos darle lo mejor a nuestro hijo.

A veces oigo puertas. Cuando escucho que una se abre corro, siento la desesperación de llegar hasta la puerta, agarrar el pomo y escapar. Pero se cierran de golpe cuando estoy cerca. Y escucho una risa, una risa perversa.

En junio Griselda enfermó, me preocupé mucho, no sabía si tendría algo que ver con el bebé. Fuimos al médico y la recomendaron descansar. La mudanza había sido agotadora para ella. Al poco tiempo mejoró. Pero hubo un día de tormenta de verano que todo se nos fue de las manos. Todo.

Siento su presencia. No muy lejana, en alguna parte. Temo llegar a algún sitio peor que este, pero dudo que exista. Creo que ya toqué fondo. Lo que me enfurece son los recuerdos que me quedan. Porque son los que más duelen. Y son tan efímeros... y llegan cuando le placen. ¿Por qué vinieron ahora todos de golpe?

Desde la cama escuché al reloj tocar. Nuestra casa estaba apartada del pueblo, lo cual me animó en un principio, pero ya no lo tenía tan claro. Porque a pesar que los vecinos fuesen gente extraña y nos tratasen como unos extranjeros, estaba claro que serían mejor compañía que la soledad de la noche. Entre las campanadas me sumí en el sueño. Recuerdo despertar sobresaltado por un sonido chirriante. Sonaba como si unas cadenas metálicas se arrastrasen por el piso inferior. Me giré para ver si Griselda continuaba durmiendo. Me alarmé al descubrir que estaba solo en la cama. Casi sin pensarlo bajé las escaleras. Temí lo peor. Y lo que descubrí me heló la sangre. Mi esposa se encontraba en el suelo, rodeada en un charco de sangre que crecía rápidamente. Corrí hacia ella. Estaba fría como el hielo, su respiración era tan baja que por un momento pensé que estaba muerta, sino fuese por los gemidos y las lamentaciones que salían de su garganta. Como si alguien la hubiese hecho reaccionar empezó a gritar: "Él se lo llevó, ¿Por qué eres tan malo? ¡¿Dónde está tu madre, maldito?!" Entonces lo vi, vi su rostro.

No me puedo dejar engañar por su apariencia, porque es un demonio, es un hijo del Mal. Su cara de ángel engaña a cualquiera, ese pelo ensortijado, esas mejillas sonrojadas, la sonrisa que cubre toda su cara. Y cuando susurra "quiero unos padres, solo para mí". En el momento en que vi sus alas pensé que venía a salvarme, que era un ángel enviado por Dios, de verdad que lo pensé. 

Cuando Griselda yacía en el suelo le escuché reír. Se encontraba en una esquina, alejado de la luz. Apenas llegaba al metro de altura, era un niño, un niño rechoncho y desnudo, pero en su brazo llevaba una flecha. Se asemejó a Cupido, pero no era él, si acaso un pequeño diablillo, porque se llevó todo el amor que se encontraba en aquel hogar.

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2017 ⏰

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