Capítulo 4.

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—¿Qué vamos a desayunar? —pregunta Ryūsei recostado en la mesa al igual que sus dos hermanos.

—Me muero de hambre, viejo... —susurra Akira con el ceño fruncido.

—¡Papiii! ¿Y el desayuno? —lloriquea Yuuri—. Si quieres, yo te ayudo.

Katsuki niega varias veces—. Ni hablar, no pienso dejar que toquen mi cocina —y dicho esto, tres platos llenos de cereal con leche lucen frente a ellos—. Y nada de dejar comida en el plato —gruñe mientras se sienta delante los niños.

No pasaron ni cinco minutos para que el trío de infantes acabara en un dos por tres.

—Hubiera estado mejor algo más nutritivo —reclama Akira extendiéndole el plato vacío a Yuri.

—Para mí estuvo bien, papá. —Le sonríe Yuri recogiendo los platos de sus hermanos para dejarlos en el fregadero.

—Sí, sí, como sea. —Cruzado de brazos ni se da cuenta que ha permitido que un pequeño mocoso camine con platos hondos de cerámica. Cierra un segundo los ojos porque para el siguiente capta que alguien le jala la camisa.

—Papá...

—¿Qué?

—¿Por qué mamá y tú no están juntos? —pregunta Ryūsei algo deprimido.

No sabe que contestar. Para empezar, ni siquiera sabía que tenía hijos, mucho menos que dichos niños eran producto de algún condón roto con Midoriya. La primera vez que la pone y embaraza a su pareja, joder. Espera que a nadie más le pase.

—Pues... —murmura maldiciendo mentalmente al señor de la farmacia, de seguro había apuñalado el de aquella noche. Luego maldijo por no tener una razón.

"Pues su madre ni siquiera me dijo que estaba teniendo un hijo mío, bueno, en este caso trillizos, así que no es mi problema. Los quiero y los visitaré en Navidad."

Definitivamente eso no.

—Pues mejor porque el viejo no sabe hacer desayunos decentes. —La personalidad de Akira le recuerda a su yo pequeño tan castrante, esto sin duda es justicia poética—. Imagina comer cereal con leche todos los días.

—Hay niños que no comen, recuerda lo que dice mamá: "si no te acabas las verduras, un niño de África llora" —argumenta el pequeño Yuri con un dedo alzado y un rostro determinado.

Akira arruga la cara—. ¿Y a mí qué me importa un etiopiojoso?

—¡Los niños de Etiopía no tienen piojos, Akicchan! —chilla Yuri para luego caer a lágrimas.

Katsuki de verdad desea que esa tortura kármica acabe.

—¡Pues a mí no me importaría comer cereal siempre mientras papá esté con nosotros! —grita Ryūsei quien ha sido dejado de lado por la pelea de clones para después dar un zapatazo al piso y correr a la habitación de su padre a encerrarse.

Lidiar con niños en serio que es difícil.

***
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⏰ Última actualización: Jun 06 ⏰

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