Prologo.

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El sonido de los chillidos le abrumaban, sus ojos no veían nada pero sus oídos sentían todo, sabía que algo estaba allí mas no lo veía, apretaba fuertemente la mano de ella, era su única guía, su única salva, ella no podía escucharlos pero si verlos, aunque ella no podía verlos odiaba escucharlos, su voz le entraba junto a una ligera sensación de paz, sus gritos, le adentraban en un terror descomunal, podía sentir la fría brisa en los corredores, el sonido del agua salpicando y escurriendo en las grietas, podía sentir sus pasos y los de ella por la musgosa roca, caminando lentamente, golpeo su espalda, preguntándole en clave morse

—¿Qué es lo que ves?

A lo que ella responde, tapando mi boca y haciendo un ruido entre cerrando los dientes

—No te muevas, solo escucha...

Sabía que había visto algo, algo que no podía escuchar, el miedo le invadió, cientos de dudas le asechaban.

Ella sentía miedo, no era culpa de ninguna, para ella, aquella chica era sus oídos, y ella sus ojos, apenas pudo escuchar un eco leve, de lo que deben ser los gritos descabellados que ella escucha constantemente, tenía que custodiar la vida de ambas ya que solo ella podía ver fijamente a los ojos de aquellos, los veían con miedo, ya que sabían que ellas dos solo podían quedarse sin hacer nada y que para ellos, ya no había nada que hacer.

No podía escuchar sus plegarias ni sus lamentos, ella no quería estar en su puesto de no poder ver más que la oscuridad pero si escuchar todo lo horrible que pasaba sin saber a dónde correr. Ella veía sus caras, veía escondida junto a su compañera como sus expresiones mostraban horror, como el carmesí mostraba dolor, y como la carne era desprendida y devorada.

Quería que parada todo eso, ¿cuándo acabara todo? Era lo poco que pasaba por su mente, se detuvieron cerca de aquellos gritos desalmados, se dedicaba a solo tapar la boca de su amiga, quizás sabía que gritaría de miedo, ella solo se contuvo, sin tener ojos por los cuales llorar, podía escuchar las gotas caer, escurrirse por las paredes, el hueso crujir, la carne desgarrándose, no podía dejar de pensar, que eso podía terminar pasándoles, que podían morir aquí, que ese sería su fin.

Aquel par de oídos maldecía ese lugar con todas sus fuerzas, solo podía quedarse a esperar que todo pasara, no tenía armas, no podía soltar la mano de sus ojos, no hay nada para defenderse sino donde esconderse, un juego cruel donde solo se dejaba correr sin dar capacidad de encarar, donde la esperanza no es más que una ilusión que ellos mismos se encargan de desvanecer totalmente, no quería buscar otro lugar para defenderse, no quería seguir sobreviviendo allí, quería salir, seguir junto a sus ojos, guiando al otro mientras eres guiado por él, solo quería que ambas pudieran seguir juntas por mero gusto y no por compromiso de supervivencia.

Ciego en el silencio.Where stories live. Discover now