Capítulo 3

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Los ojos azules brillantes pensaron en labios rosados hinchados. Esos mismos ojos pensaron en la forma en que el muchacho había dejado que sus dedos se deslizaran por la cara hacia los lados, arrastrándose suavemente contra la piel revelada por el dobladillo de su camiseta.

Esos labios. El chico de ojos azules no podía sacarse de la cabeza los labios rosados de Max. Un minuto estaba hablando, al segundo siguiente estaba besando al niño, mordiéndole el labio inferior suavemente, dejando que sus lenguas se encontraran en algún lugar del medio. Pero ahora, ahora, ahora que estaba sentado en silencio, su mente estaba nublada con pensamientos tan pecaminosos que no pensaba que jamás los pronunciaría en voz alta.

Sin embargo, al igual que Max, antes de perderse en sus pensamientos fue sacado por un pequeño golpe en su puerta. Comprobó su reloj, viendo que eran las ocho menos cinco. El chico de los bonitos ojos azules se preguntó quién podría estar aquí a una hora tan tardía sabiendo que su madre no permitiría visitas más allá de las 8:30.

Así que se levantó, vestido sólo con sus calzoncillos negros y abrió la puerta de su habitación, sólo para tropezar hacia atrás mientras una figura lo abrazaba con fuerza. Lo que él asumió eran lágrimas que ahora mojaban su hombro desnudo y puso la figura a la distancia de los brazos, suspirando aliviado cuando vio a Max.

Sin embargo arrugó las cejas, llevándolos a su cama y haciendo un movimiento de "quédate aquí" con el dedo, mientras se apresuraba a coger un par de pantalones y una camiseta. En pocos minutos se sentó al lado de Max, preguntándole qué había pasado. Y cuando vio a Max volverse hacia un enfurecido, llorón, desordenado, resistiéndose a demostrar las lágrimas de enojo deslizándose por su cara roja, todo lo que hizo fue arrastrar al chico a un fuerte abrazo.

-No estoy llorando.- Max murmuró, apartándose del chico para secarse los ojos furiosamente. -Y no soy el tipo de chico delicado, ya lo sabes Alex..., pero no me opondría si me abrazaras un poco más.

Alex se rió, sus bonitos ojos azules brillando suavemente mientras empujaba a Max hacia sus brazos de nuevo. -Yo tampoco me opondría.- Y luego volvió a callarse. Eventualmente, terminaron bajo sus mantas acurrucados, Max siendo la cuchara pequeña y su novio siendo la cuchara grande.

Eran las nueve cuando se quedaron dormidos, las diez cuando la madre de Alex decidió no hacer nada al respecto, y las once cuando el teléfono de Max se había sobrecargado completamente con todos los mensajes de texto y llamadas. Pero nada de esto perturbó la paz.

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Alex se alejó, su frente apoyada contra la de Max, su respiración desigual y pesada.

-Realmente me gustas.- Max dijo confiadamente, pero sus manos le hicieron pensar de otra manera, temblando por el estrés. -Y quiero que seas mi novio.

Alex sonrió, sabiendo que al otro chico no le gustaba mostrar sus sentimientos, pero había bajado la guardia. Se inclinó, dando a Max un lento y apasionado beso. Max respondió inmediatamente, una sonrisa feliz en sus besables labios.

Los dos se apartaron después de unos minutos más.

-¿Cuándo se lo diremos a tus padres?

-Pronto.- Max lo había prometido, pero Alex no sabía si pronto existía en este caso.

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Max abre la puerta de su casa, preparándose para los gritos. Observó a su madre girarse, una mirada conmocionada en su cara antes de que ella se pusiera de pie, corriendo hacia él y lo abrazó.

-¡No vuelvas a hacer eso nunca más! ¿Dónde estabas!? ¡Nos tenías preocupados!- Ella le golpeó el hombro, haciendo que le volteara los ojos mientras su padre se acercaba. Hank abrió la boca para dar un grito, pero Max levantó una mano, señalándole que se detuviera.

-Tengo a alguien que quiero que conozcáis. No lo arruinéis.

Max apretó la bandeja del pingüino antes de salir, cerrando la puerta detrás de él y caminando hacia Alex, lentamente extendiendo su mano. -¿Seguro que quieres hacer esto? Están un poco locos.

Alex inmediatamente se dio cuenta de la aprensión en los ojos de Max y lo metió en un abrazo suave, sabiendo que Max lo necesitaba, pero nunca lo pediría.

Sin embargo, se alejó, apretando la mano de Alex mientras llevaba al mayor -por un mes y medio- hasta la puerta de su casa, respirando hondo antes de abrirla.

Permitió que Alex entrara primero antes de entrar detrás de él y cerrar la puerta.

Max se acercó a Alex, quien de inmediato puso su brazo alrededor del hombro de Max, dejando que su mano se frotara reconfortantemente en su brazo vestido.

-Mamá, papá, todos, éste es Alex. Es mi... mi novio.

-Hola.- Alex agregó, agitando su mano libre torpemente, sosteniendo a Max cerca de él. Necesitaba algún tipo de consuelo, algún método para aferrarse a sus frágiles nervios.

-¡Oh!- Barb dijo sorprendida, dejó que su boca se convirtiera en una amplia sonrisa antes de darle un fuerte abrazo a Alex. - ¡Es un placer conocerte!

Alex se rió entre dientes, conmocionado y abrazó a Barb, una sonrisa en su cara. -Es un placer conocerla también, señora. Es agradable conocer al hombre y la mujer que criaron a un joven tan caballeroso, cariñoso y brillante.

Detrás de él Max se sonrojó, pero lo escondió mientras miraba a su inexistente reloj.

Alex estrechó la mano de Hank, su sonrisa brillante que llegó a sus ojos azules, absolutamente contagiosa y pronto.

Toda la familia de Max se reía y sonreía, saludaba a Alex y lo abrazaba.

Pero finalmente, Max llevó a Alex a su cuarto, ignorando la demanda de su madre de que la puerta se mantuviera abierta.

Se recostaron en su cama, la cabeza de Max descansando sobre el pecho de Alex mientras hablaban en voz baja, los ruidosos estallidos de risa de Max a veces rompiendo los silenciosos tonos de sus voces.

-Sabes..., estoy muy contento de que me besaras.- Dijo Alex en voz baja, mirando a Max que le sonrió.

-Yo también lo estoy.- Y luego lo besó de nuevo.

FIN.

Pretty Blue Eyes (Yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora