Deseo hecho realidad

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Son las 00:00h. En la calle solo se iluminan varias farolas devoradas por algunos mosquitos que se adentran en ellas. Se empiezan a escuchar las pisadas de unos tacones. Son decididas y no se demoran en el camino. Donna se dirige hacia la discoteca más famosa de la ciudad, ha quedado con su grupo de amigas a celebrar que ha llegado el fin de semana. Le encanta arreglarse, ponerse guapa y sentirse deseada mientras ella y sus amigas alumbran toda la sala de baile. ¿A quién quiere engañar? Ella sabe que será la protagonista, lo quiera o no. Con una sonrisa pícara y el paso enérgico, llega a la cola de la discoteca.

-¡Donna! ¡Aquí, aquí! – Martina sacude los brazos de forma escandalosa hasta que Donna llega a ella.

-¿Lleváis esperando mucho rato?

-Para nada. Acabamos de llegar.

-Eso lo dirás por ti guapa. - interrumpe Daniela – Yo llevo esperando aquí un buen rato. Por poco pensaba que me quedaba yo sola haciendo cola. ¿Los has traído?

-Por supuesto – Donna saca con disimulo de su bolso varios carnés falsos y se los entrega al grupo.

- ¿Con esto podremos entrar? – pregunta Lucia.

- ¡Ovviamente! Fabrizio es muy bueno en su trabajo. No os preocupéis chicas, esta noche entramos.

Sus amigas Martina, Daniela y Lucia. Martina: la que sería la líder en el caso de que ella no estuviese; Daniela: la prescindible, no es que ella la considerase así, pero no sabía cómo al final siempre le tocaba a ella comerse todos los marrones y por último Lucia: la responsable, la mami del grupo. Y luego estaba ella, Donna: la líder guapa que triunfaba todas las noches. Tampoco es que ella fuese detrás de los chicos, pero no podía evitarlo: había nacido para destacar. Desde muy pequeña había sido la envidia de chicas y la triunfadora con los chicos. Donna no solía tenérselo muy creído pero con el paso de los años no pudo evitarlo. Siempre conseguía lo que quería si lo quería. Sin embargo, debido a esto, aún no había logrado encontrar a alguien de quien enamorarse, aunque no le preocupaba demasiado. Era joven, ya encontraría a alguien. Solo había una persona que quería más que a nadie en el mundo y no era un chico de discoteca, eso seguro.

Al fin llegaron a la entrada y un portero enorme les interrumpió el paso. Posaba de brazos cruzados.

-¿Carnés?

Todas se miraron y fueron entregando los carnés uno a uno. Aquello era una misión suicida, ya se lo había dicho su amiga Lucia: intentar entrar a una discoteca para mayores de 25 años, teniendo todas una media de edad de 20 años iba a ser complicado. Por ello es que Donna se puso en contacto con un chico mayor que se dedicaba a hacer carnés falsos llamado Fabrizio, y él a cambio de un precio modelo y gracias a Donna, ahora es que se encontraban delante de la discoteca.

El portero fue entregando los carnés a Donna, Martina y Lucia, sin embargo se detuvo en Daniela. Miró su foto del carné y luego a ella. Daniela no destacaba mucho por su belleza ni por su gusto en moda, pero aquella vez Donna la había ayudado a comprarse un vestido decente con la que la dejaran entrar, pero había algo que no parecía convencer al portero...

-Esperad un momento...-dijo y se metió dentro de la discoteca.

La gente de la fila empezó a farfullar quejas. Ahora tendrían que esperar a que llegara el portero y a partir de las 2:00h empezaban a cobrar por entrada. Eran las 1:45h, así que no quedaba mucho. Daniela empezó a temblar.

-Chicas, no me van a dejar entrar.

-¡Claro que sí! Seguro que solo quiere asegurarse de que el aforo no esté completo –dijo Donna.

I can sense youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora