Y así continuó lo demás

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Abrí mis ojos poco a poco y pude ver como una figura difusa de hombre golpeaba con una espada la mini cúpula que estaba a mi alrededor, me froté los ojos y la imagen se me aclaró, era Alexander quien con su arma arremetía contra mi.

—¿Pero qué haces?—Pregunté con una mezcla de miedo y curiosidad.

—¿Qué tu cres listilla? Te voy a matar para conseguir las seis piedras de Sirio.

—¿Las seis piedras? Lamento informarte engendro mal nacido del infierno, que dos pelirrojos me robaron mi brazalete.

—¿¡Qué!? ¿Cómo dejaste que te lo robaran?

—¡Pues si no lo sabías, un robo no se predimita!

—¡No me grites niña!

—¡No me llames niña!

—¡Es lo que eres!

—¡Tú también eres un niño!

—¡Yo tengo 17 años!

—¡Pues yo tengo 16! Y por favor ya me duele la cabeza de tanto gritar, hablemos como personas civilizadas que somos, bueno, que soy.

—¿Por qué dices eso?

—Las personas civilizadas no desean matar a alguien a quien quiso matar cuando la conoció y después le encendió fuego en una cueva.

—No lo siento

—Muy bien pues no... ¿Qué? ¿dijiste que no lo sentías?

—Exacto, no lo siento, porque en serio quería conseguir las piedras de Sirio—Alexander se separó de mi y de la minicupula después de un largo suspiro.

—Puedes salir, prometo que no te haré daño.

Me levanté de donde estaba y la cúpula se desvaneció, ¿por qué confié en él? No tengo ni idea.

—¿Por dónde cogieron los pelirrojos?

—No tengo idea.

—Qué inútil eres, pero que más se puede esperar de una mujer.

Mi sentido feminista salió a flote, ¿cómo ese adefesio se atrevía a decir eso?, muy enfadada de lo que había dicho, camine en dirección opuesta a él, tenía planeado dejarlo en ridículo por su comentario tan machista.

—Ahora busca tu sólo mi pulsera, no te pienso ayudar.

—Como si me importara tu ayuda, si por lo menos tuvieras una de las piedras, no me puedes ayudar.

—Pues te equivocas, yo tengo una de las piedras— dije mientras sacaba la piedra del bolsillo de mi vestido.

—Dame eso.

Alexander se dirigía hacia mi con intenciones de arrebatarme la piedra, así que coloqué mis manos delante de mi, ¡Mamá, no quiero morir!

—¡Alejate!

Y como si algo lo hubiera empujado, Alexander se lanzó impetuosamente hacia tras y una descarga eléctrica recorrió su cuerpo, trayendo como consecuencia que el chico terminará en el suelo. Miré asombrada mis manos ¿yo había echo eso?

—Como ves, yo tengo una ventaja, tengo una de las piedras

—¿Y sabes como utilizarla niña?—Dijo Alexander mientras a puras penas levantaba su cabeza.

—Te he dicho que no me llames niña- le reclamé entre dientes mientras empuñaba mi mano— Y no, no sé utilizarla, así que te propongo que que me ayudes a encontrar mi pulsera.

Lluvia de estrellas Where stories live. Discover now