Si la espera para ver a Dragón la primera vez le había parecido larga y desquiciante en varios sentidos el estar pendiente del teléfono para ver si aquel le llamaba había sido muchas veces peor.
Sabo se encontraba a si mismo contantemente revisando aquel aparato, sacándole de su mochila entre clases y sin soltarlo de su mano cuando se hallaba con sus amigos, era como una maldita compulsión que le ponía irritable y hacia que fuera, sistemáticamente, alejando a otros de su alrededor.
Comenzó a tomar sus comidas solo cuando le era posible, a declinar invitaciones a fiestas o reuniones eh, incluso, a dejar de visitar a sus queridos hermanos. No era que Dragón le pidiera realizar esos sacrificios, en realidad el mayor simplemente lo llamaba de vez en cuando para preguntar si podía verlo y Sabo, ansioso y algo necesitado de una manera que nunca había sentido antes decía que si en cada ocasión... sin importar lo que estuviera haciendo o con quien. Podía dejar a una persona a media frase con tal de contestar a un llamado de Dragón, no quería desperdiciar el tiempo de aquel hombre que le llamaba una o dos veces por semana siempre a tiempos y días distintos.
Claro que no todo era sexo.... Aunque probablemente habría sido mejor para Sabo que si lo fuera, porque si su relación no hubiera avanzado más allá de lo carnal no hubiera dolido tanto cuando el golpe de realidad llegara, pero entre las breves salidas a algún café y los almuerzos furtivos habían comenzado a platicar poco a poco de cosas que no se hablan en la cama. ¿Cómo ha estado tu día? ¿Te sientes bien hoy? ¿Debería llevarte a tu casa? Preguntas que no debieron existir siquiera comenzaban a formarse de manera cotidiana, cual si hubiera un verdadero interés de por medio.
Sabo, que no era ningún idiota aunque se comportara como tal cada vez se sentía con menos ánimos de cualquier cosa que no involucrara ver a Dragón. Si iba al bar de siempre era para ver si el mayor no estaba ahí acaso, ya no se molestaba en cambiarse por algo llamativo, iba tras acabar el colegio un día que su amante no le hubiera llamado, bebía algo en silencio y se marchaba, decepcionado, sin hacer otra cosa ni decir palabra a nadie, sus amigos, los que aun conservaba, podían notar el cambio cada vez más marcado, la sonrisa que antes parecía una mueca perene en el rostro del rubio ya solo surgía cuando veía a ese cierto alguien, el único que no podía notar el cambio.
Porque Sabo no lo hubiera dejado notarlo. Dragón no podía enterarse de esa depresión en la que iba cayendo, no porque le importase a Sabo el que aquel pelinegro se preocupara si no justamente por el temor a que no lo tomase en cuenta siquiera, en darse cuenta que para aquel señor con su vida ya hecha un chiquillo como él podía significar nada. Absolutamente nada.
El desprecio no le aterraba tanto como la indiferencia, porque eso era lo que había recibido de los adultos siempre hasta aquel punto, fría y llana indiferencia. Estaba seguro que rompería a llorar de enterarse que para Dragón en verdad no significaba nada, tenía que significar algo, no podía... no quería creer que le tratase bien solo para obtener aquellos favores sexuales que le hubiera dado de cualquier forma sin necesidad de molestias como fingir algo que no sentía.
A cada día y cada encuentro los temores de Sabo iban creciendo a tal punto que solo podía sonreír cuando Dragón estaba cerca y eso apenas, porque el verlo le emocionaba a punto tal que su corazón comenzaba a doler con el miedo de la separación desde antes siquiera de que esta sucediera, convirtiéndolo en un ser dócil que acataba cualquier deseo del mayor sin rechistar siquiera. Aquel cambio no había tardado mucho en ser notado, llevando su convivencia a un rumbo muy distinto del que se habría dado si Sabo hubiera continuado siendo aquel chico confiado y un poco infantil que afrontaba las cosas sin temor alguno, la seriedad que sus padres nunca pudieron forzarle a tragar aquella relación se la estaba inculcando poco a poco, como un pequeño virus invisible del que el rubio no conocía la cura.
Unos meses transcurrieron antes de que el nuevo paso en aquella fatídica relación se diera en la forma de un apartamento cercano a la universidad de Sabo.—¿Te gusta? — Sentado en un sillón de cuero de aquel piso de dos habitaciones Dragón le observaba expectante, la cara un poco confundida del rubio le causaba algo de gracia, ¿En verdad no sabia lo que estaban haciendo ahí? —Es para ti Sabo. —
Un leve nudo se formó en la garganta del rubio que cerca de la ventana había regresado su atención al moreno sentado a unos metros suyos, sus ojos como muchas veces fijándose en la alianza de oro que Dragón jamás se quitaba, se lo había pedido en una ocasión para ser devastadoramente ignorado. — Dragón no puedo...—
—¿No puedes? — El mayor le corto con la mirada, sabía que no aceptaría un no por respuesta.
—¿Por qué? —
—Es mejor así. — Lo era, mas privacidad, no tener que ir de un hotel a otro, la ubicación era buena y el tamaño fantástico, más grande que el apartamento que alguna vez había tenido con sus hermanos aunque sabía que no habría otro hogar como ese para él nunca, un apartamento vacío no era lo que necesitaba el rubio, debía estar feliz de aquel obsequio pero por el contrario solo sintió una profunda soledad que se asentó de forma pesada en su pecho impidiéndole hacer cualquier reclamo.
Aquella noche, después de hacer algo parecido al amor con Dragón, Sabo se había parado de la cama, acuclillándose junto a la puerta de entrada como un cachorro esperando por su dueño, y, por primera vez en su vida había derramado sus lágrimas por un hombre que sabía que jamás seria suyo.
No ha cambiado nada mi sentir
Aunque me haces mal te quiero aquí
Mi corazón estalla de dolor
Como evitar que se fracture en mí
Acostumbrado estas tanto al amor
Que no lo ves, yo nunca he estado así
Si de casualidad
Me ves llorando un poco
Es porque yo te quiero a ti
Varios meses jugaron aun a quererse, de una manera sistemática que parecía pasar casi inadvertida por los escasos amigos que el rubio aun conservaba se había ido perdiendo cada vez más. Faltaba a la escuela más de lo que asistía a esta, y, como se había mudado de casa de sus padres no había tampoco quien se lo reclamase, al final simplemente había dejado de asistir.
Con el dinero que le daba Dragón compraba la comida y pagaba los servicios, se dedicaba a esperar para cuando el moreno tuviera ganas de verlo y sin siquiera saberlo los dias se le iban uno igual al anterior o al siguiente, Ace, que era su última conexión con el mundo no sabía que hacer o decirle para regresarle a su amigo la sonrisa pérdida, veían películas y charlaban -más el pecoso que él.- de las ocurrencias de amigos y conocidos que a Sabo se le antojaban como entes sacados de otros mundos, por mera educación el rubio asentía y sonreía un poco, haciendo lo que sea que Ace quisiera mientras no sonase el teléfono.
No importaba que estuvieran en medio de un estreno o lo que fuera, si Dragón llamaba el mundo tenía que detenerse por completo y no debía haber nadie en aquel apartamento más que el fiel cachorro que esperaba, impaciente, la nueva visita de su amo.
Sabía que no pasaría demasiado tiempo antes de que Ace también se cansara de esa situación... pero no podía remediarlo, la mera idea de perder a Dragón le parecía asfixiante.
No podría vivir sin él.
Curioso como las cosas podían cambiar tanto en cuestión de meses.
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Continuara.
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Si me ves llorar
Fanfiction[[DraSabo]][[R18]] Tú eras casado, yo un "chico fácil" claro que no habia oportunidad alguna desde el inicio ¿Como terminamos liados? A cualquiera que preguntes seguro fue mi culpa, pero yo no buscaba algo mas alla de una noche, ni siquiera eras mi...