02 | El cuaderno secreto

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Me desperté de golpe. Miré a mi alrededor asustada, pero todo estaba tal y como lo había dejado el día anterior.

Miré que hora era con la esperanza de poder dormir un poco más.
Que va, debería levantarme.

Con un gran bostezo, aparté las sábanas y me puse el uniforme. Me recogí el pelo en una coleta alta y agarré una manzana. Le pegué un gran mordisco y agarré mi mochila y las llaves.

Caminé con tranquilidad hasta llegar al instituto. Una chica muy amable me ayudó a encontrar mi clase. Me senté en mi pupitre y esperé a que empezase la clase.

⚽⚡⚽⚡⚽

Yupii. Viva lengua y literatura. En un mundo al revés, claro. Sentía que se me había derretido el cerebro.

Aliviada de que ya hubiera acabado la clase, salgo del aula para hacer un recado sorpresa.

Ayer había perfeccionado la tabla de habilidades de los jugadores y la había metido en un sobre. No la había firmado y tenía planeado dejarlo sobre la mesa de su caseta.

Recorro el patio intentando recordar dónde estaba la dichosa choza. Cuando por fin la encuentro, me asomo a la ventana para comprobar que está vacía.

Aunque claro, como mi mala suerte está enamorada de mí, estaba todo el equipo dentro.

Me pego a la pared para que no me vean y escucho en silencio, esperando a que se fueran.

—... En algún lugar de esta escuela tiene que estar escondido.

— Pero ¿cómo podía saber eso el dueño del restaurante?

—... No sé. Venga no os preocupéis por los detalles. Lo que importa es que el cuaderno existe.— Exclama Evans.

Todos van abandonando la choza, supongo que para dirigirse al edificio principal. Me arrastro por la pared con cuidado para pasar desapercibida. Cuando todos han entrado en el vestíbulo del Instituto, abro la puerta.

Me sorprendió lo ordenado que estaba todo. No era propio de chicos.

En la pizarra estaba dibujada una formación (posiblemente errónea pero lo dejé estar) y en un rincón había una gran caja hasta arriba de balones de fútbol.

Me quedé observándolo todo unos instantes, nostálgica. Echaba mucho de menos mi antigua vida, con mis antiguos amigos y mi antiguo Instituto.

Tenía planeado verlos más tarde en el hospital. Me entristecía y me alegraba saber que iría a ver a Michael.

Me rompía el corazón saber que tendría que quedarse allí unas semanas más, con la pierna inmovilizada.

Estaba tan sumida en mis pensamientos que cuando escuché la voz del número 11 me asusté mucho.

—... ¿Estará escrito en clave?—

Busco frenéticamente un escondite mientras que los chicos se acercan más y más.

—¿O en un idioma distinto?—

Me escondí en una esquina tras una montaña de neumáticos gigantescos apilados unos encima de otros.

Los chicos entraron, bastantes desanimados. Con mucho cuidado de no haber ningún ruido me acomodé en mi escondite.

— No, es que su abuelo tenía una letra horrible.

— Pues lo mismo es eso.

— Ya te digo.

— No hay quién lea estos garabatos.

Mar De Luna (Inazuma Eleven)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora