A consecuencia del vehículo que había finado la vida de su padre, Seto aborrecía transportarse en automóviles. En su lugar prefería los medios aéreos, como el helicóptero, por mencionar alguno. Por desgracia, el suyo personal estaba en mantenimiento, percance que le movió a transitar las calles al pie cuando un aguacero torrencial comenzó a desprenderse del cielo.
A Seto no le significó una molestia corrosiva. Por un lado, ya que Mokuba estaba guarecido en la mansión, y por el otro, ¿cuándo había sido la última vez que se mojaba en la lluvia? Revivir ese tierno episodio de su infancia donde chapoteaba feliz en cada charco de agua si bien era un latigazo de nostalgia, era a la par un breve momento de sosiego.
Enderezado en una intersección logró divisar una figura que le pareció conocida. Al mirarle doblar se ondeó la cabellera rubia que sin duda le confirmó la identidad de Jōnouchi. Se preguntó cual motivo conduciría al rubio a recorrer las calles con esa velocidad, mas la incógnita quedó disuelta al llegar por fin a su hogar, donde Mokuba le recibió con las reprimendas que él ya se había imaginado antes de salir de la Corporación.
Lo que Seto sí no fue capaz de imaginar, era que aquellas reprimendas se convertirían en una profecía a la mañana siguiente: la lluvia le suscitó una caída estrepitosa hacia la gripa que su pequeño hermano convino atender para evitar una transmutación a la neumonía.
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Seto
De Todo[Contraparte de «Jōnouchi»] Pequeños Drabbles inconexos y del diario vivir, en respuesta al reto personal #Fictober2017.