—¡Mira! una puta —escucho la voz chillona de Lexi a lo lejos y miro por encima de mi hombro para comprobar que era ella la dueña de aquella exclamación. Venía junto con Andy hacia mí con una sonrisa plasmada en la cara y con su dedo índice apuntando en mi dirección.
— ¿Me acabas de llamar puta, señorita Thomas lo tiene tan grande que sentí que volvía a perder mi virginidad? —le dije con fingida molestia, con mis brazos cruzados y mi entrecejo fruncido después de cerrar mi casillero. Una sonrisa burlona estaba en mi rostro antes de que me diera cuenta, su expresión había cambiado totalmente a costa de mi comentario.
Por otro lado Andy, quien miraba asqueado a su hermana, se conformaba con negar con la cabeza repetidas veces.—No estaba preparada para que un pene de ese tamaño entrara en mi virginal cuerpo —replicó la morena al instante.
—Y yo soy la puta —comento entre dientes con el fin de que ella no pudiera entenderme. Pero vamos, es Lexi. Esa niña sabe desde la clave morse hasta los códigos de la policía.
—Era un halago ante tal nivel de mojigatería que manejas, Ali —gruñe ella— además, cuando sepas lo que es tener sexo de verdad podrás decirme lo que quieras —añade para después darse la vuelta y agitar su cabello. Miro a Andy con un intento fallido de alzar una sola ceja y él solo ríe.
—Si alguna vez consiguieras un trabajo en el que tengas que alzar las cejas o hacer gestos con ellas, déjame decirte que serías completamente pobre —recalca.
—Bueno, menos mal no existe ningún trabajo así ¿verdad? —intento guiñar mi ojo pero creo que pareció como si me hubiera entrado algún insecto y provocara que esto tampoco funcionara.
Definitivamente los gestos faciales no van conmigo.
—Adiós, vagabunda. Nos vemos en la clase de español —él guiña su ojo intencionalmente mientras su ceja contraria se alza. Maldito presumido. —¡Ah! E intenta no babear cuando lo veas —comenta divirtiéndose con mi vergüenza mientras lleva su mano hasta su mentón y finge limpiarse saliva inexistente —sin decir más, se va dejándome con la palabra en la lengua. Malparido.
Niego con mi cabeza y tropiezo con alguien en mi camino al aula del profesor Diaz.¿Por qué nadie presta atención al caminar en estos malditos pasillos?
Levanto la mirada y me topo con unos ojos color miel de pestañas más largas que las mías. Imposible. Un hombre no debería tener las pestañas tan lindas, ni un rostro tan perfecto, ni lunares perfectamente ubicados.
Dios mío, gracias por decidir enviar ángeles a esta pequeña ciudad llena de caos.Él me sonríe y se agacha recogiendo una hoja que intentó escapar de entre mi libro de matemáticas. Acomoda la correa de su mochila y con la otra mano me extiende el papel con apuntes de la clase a la que me dirigía.
—Lo siento mucho, soy nuevo y estaba buscando el aula de matemáticas. ¿Sabes dónde está? —pregunta con una sonrisa apenada entre sus labios.
Qué lindos labios, guapo. Guiño uno de mis ojos ante él mentalmente pues físicamente se me es imposible.
Asiento y le extiendo mi mano derecha para presentarme y él la toma al instante dejándome hablar— Me llamo Alaia, me puedes decir Ali si deseas. Y respecto al empujón descuida, era yo quien estaba distraída —sonrío siendo comprensiva con el chico y hago un gesto con mi cabeza para que me siga— También tengo clase de matemáticas. Ven, yo te guío.
— Te lo agradezco, desde que llegué no he hecho más que confundirme de salón y llegar tarde. Por cierto, soy Jason Collins, pero me puedes decir Jay —él comienza a seguirme y yo hago un gesto agitando mi mano con desdén. Novato, seguro llegar tarde para él eran dos minutos luego de que iniciaran clase.

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TEACH ME
Teen FictionEl último año de la secundaria puede llegar a ser grandioso para muchos y Alaia O'Brien se da cuenta de eso cuando conoce a su nuevo maestro. Y aunque no todo es perfecto, mucho menos cuando se trata de tener una relación amorosa con un profesor; el...