Capítulo 3

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Sabes que no es tu día cuando tu cabello no quiere aportar a que tu presentación personal sea buena y cuando te despiertas tarde y estás por llegar tarde -otra vez- a la clase del güapito. Sí, así había apodado Lexi a mi profesor nuevo.

Restándole importancia por hoy a la presentación personal, no me maquillé en absoluto y si bien era cierto que lo primero que encontré en mi armario eso fue lo que llevé puesto; claramente cerciorándome de que, por lo menos, combinara el atuendo.

Pasé corriendo el pasillo de mi casa y me despedí de mi familia que se encontraban desayunando en paz -cosa que no pude hacer- con un "adiós" a lo que ellos agitaron la mano o alzaron el mentón en mi dirección como señal de que me habían alcanzado a escuchar. Parecía loca corriendo por la calle mientras la gente me veía como un bicho raro. Papá no pudo llevarme hoy porque tenía una reunión mucho más temprano.

Agradezco a todos los dioses del universo por vivir cerca de este campo de concentración al que llamamos escuela.

Me permití llegar dos minutos antes de que él llegara. Con mi cabello hecho todo un lío -bueno, no era lo único porque mi vida completa era un constante lío. Ya se darán cuenta más adelante- Recosté sobre mis antebrazos mi frente, a la par que intentaba calmar la respiración. Minutos después llegó Ezra haciendo que fácilmente las miradas sean dirigidas en su totalidad a él.

Excepto yo que seguía recostada.

—Si no le interesa puede salir, señorita.

Que no sea yo, que no sea yo, que no sea yo. Pero cuando levanté la mirada obviamente era yo. Bueno, él dijo que si quería podría salir... lo miré con una sonrisa y tomé mis cosas para después dirigirme hasta la puerta con todas las miradas encima.

—Tenga claro que sí cruza esa puerta no podrá regresar —subtono de voz amenazante no es suficiente, pero esa amenaza estaba tan buena -como su dueño- que me obligó a bufar e irme de nuevo hasta mi pupitre obligándome también a ponerle atención a su clase.

Lo odio.

Tocaron la campana y fui una de las primeras en querer salir de allí. Pero otra vez, su voz llamándome no me lo permitió.

—«¿Qué querés de mí, Dios?» —Susurré en mi idioma nativo. Él alcanzó a escucharme y negó con la cabeza.

—«Yo no creo que él quiera algo si el que te está llamando soy yo» —Jueputa, también habla español. Mi vida es un lío en serio. Sonreí inocentemente y le di tiempo de continuar hablando pero no lo hizo. Hice un ademán con la mano y elevé mis dos cejas para que hablara.

No lo hizo.

—Profesor, no es por ser grosera pero hoy no es mi día y en serio siento mi actitud hace rato por haber querido salir del aula pero tiene que estar consciente de que primero me permitió salir si quería y después me lo prohibió. No es mi culpa. Necesito hablar con mi mejor amiga y ahora no puedo porque me llama después de clase y eso se le está haciendo costumbre, eh —boté todas esas palabras sin respirar y luego pude tranquilizarme. Él me miraba con una sonrisa y una ceja alzada. Pero seguía sin decir nada. Bufé y agité la mano con desdén.
—Es imposible hablar con usted si no habla, señor. Permiso.

Salí de allí rápidamente en busca de la dueña de las uñas moradas. La encontré en su casillero y me abracé a ella como si de eso dependiera mi vida. Ella me miró con una ceja elevada y suspiré.

¿Por qué todos hacen eso y yo no?

—Ugh, te ves horrible hoy —dijo Lexi con cara de asco.

—Gracias, eso es lo que todas queremos escuchar —Respondí con felicidad fingida. En eso llegó el rubio que tenía como amigo ubicándose al lado de su gemela y cuando me vio también puso cara de asco.

—Qué asco. ¿Qué te pasó ahí? —Señaló toda mi cabeza.

—Casi llegó tarde y por eso estoy hecha un lío. Además ese profesor nuevo no deja de llamarme al final de la clase y ni siquiera sé para qué si no me dice nada. La única vez que dijo algo concreto fue cuando me habló de aquella obra para los niños. —Bufé desesperada ante tan mal día.

—Ya, ya. —Andy fue hasta mi y sobarme la cabeza como un perro para él fue buen método de consolación. —Cálmate. Ve con Lexi. Ella te organizará el rostro nuevamente. –Lo miré con el ceño fruncido y antes de que pudiera decir algo Lexi ya tenía su maquillaje por fuera y me llevó a rastras detrás de ella hacia el baño dejando a un Andy solo, con una sonrisa y agitando la mano en forma de despedida hacia nosotras.

—Bien, vamos a organizarte la cara —habló ella cuando entramos al baño. Recosté mi cadera en el lavabo y la miré mal.

—No tengo la cara deformada, Lexi —gruñí.

—Ajá, si claro. Como digas, Ali —comenzó a maquillarme y después de un rato ya estaba lista. Me peinó y me hizo una trenza para que no se notara que estaba esponjada.

Alaia estaba esponjada. Me miré en el espejo del tocador y oh vaya, ¿dónde está la Alaia desordenada? Le sonreí a mi mejor amiga y le di un beso efusivo en la mejilla dejando mis labios marcados allí a causa del labial.

Salí corriendo después de agradecerle pues la campana había sonado y llegué justo a tiempo para presenciar la entrada de un nuevo profesor de español.

Uh, guapo.

—Deja de babear, Alaia. –Susurró Andy cerca de mi oreja. Lo miré mal y choqué mi hombro con el suyo después de reír. Lo amaba. Pasar 15 de mis 17 años junto a él me había obligado a hacerlo.

¡Pero por Dios! ¿dónde están los profesores viejos, gordos y calvos?





¡TATA TA TAAAAAN!

Amiguitos y amiguitas:
Edité los capítulos anteriores y decidí hacer la historia con capítulos más largos y menos partes jeje. ¿Entienden?

Intentaré actualizar más seguido. Esta semana fue pesada porque los profesores no se cansan de dejarme tarea así ya este por acabar este año escolar y salir de allí para siempre.

Te amo, si estás leyendo esto.

Att: Alex.
Posdata: ¿recuerdan que les dije ser uno de los personajes de la historia? Pues no, no soy Lexi.

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