La perdida de un ser querido siempre es difícil de asimilar. Lloramos, gritamos, nos queremos arrancar la vida, nos deprimimos y así un sinfín de situaciones o emociones que nos permiten drenar todo el dolor que nos embarga. ¡Vaya! como no hacerlo si somos humanos (alguna veces). Sin embargo con esta nueva historia de Es hora de decir adiós, quise abordar el tema de las despedidas desde otro punto de vista, si bien en un tono jocoso como buena venezolana, también para mostrar en el trasfondo una profunda reflexión.
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El ultimo adiós.
En la funeraria "La Encarnación" se encontraba inmóvil y sin posibilidad alguna de levantarse, el Sr. Anastasio Méndez conocido popularmente como el Portú, aunque de portugués no tenía ni el apellido. Desde joven se le conoció como buena gente, aunque como marido fue un total desastre, sin embargo nunca dejó de lado la responsabilidad con los hijos que tuvo, si bien era cierto que tenia cinco hijos, no menos cierto era que por ahí rondaban unos cuantos herederos todavía sin reconocer e incluso sin que él tuviera conocimiento de su existencia. Dos días antes se encontraba en el estadio del pueblo de Augacuacri de la Cruz, disfrutando del campeonato de beisbol local en compañía de unos amigos y de su nueva conquista; cuando repentinamente le vino un infarto fulminante, en criollo se le paró el reloj; dijeron los mas habladores de paja que murió con una sonrisa en su rostro sereno, constaban con apenas 47 años. Entre el llanto y el corre y corre de los presentes para tratar de auxiliarlo. Al fin llegó la ambulancia de los bomberos a la mil y quinientas y eso porque un bombero se encontraba en el estadio en el momento del imprevisto y llamó a uno de los colegas que se encontraban de guardia. Sino hubiese tocado sacarlo en burro, por así decirlo. En fin ya en el hospital, donde no le no hicieron nada, emitieron el papelito con lo que ya todo sabían de antemano. "Anastasio había muerto"
Entre el alboroto de la gente del pueblo llegó bañada en lagrimas, Rosalía, la esposa en turno, sin que esta se diera cuenta de que la amante se encontraba ahí también, pues para ser preciso la susodicha estaba con él al momento del fallecimiento. Cosa de lo más normal en este pueblo y sin temor a equivocarme en todo el país. Pero esta historia no se trata de infidelidades, ni de hijos regados sino de un evento que presencio el propio fallecido en la funeraria o debo agregar desde el mismo instante en que su alma abandonó su cuerpo para irse al más allá. Aunque él aún se encontraba en el acá.
—¡A caramba! ¿Qué pasó aquí? —expresó Anastasio aun aturdido por el fuerte dolor. Tenía sus manos colocadas en el pecho.
Trató de buscar ayuda, pero nadie lo escuchó.—Carmen, háblame, dime algo —refirió a la mujer que lo acompañaba que estaba llorando con las manos en la cabeza —¿Por qué carrizos lloras? Háblame coño.
Pero Carmen siguió llorando a mares, no tanto porque lo quería, sino porque estaba en un verdadero predicamento. Aunque la mayoría sabían que eran amantes, pues para nadie era secreto. Ella pensaba como reaccionaría su amiga y comadre Rosalía al enterarse de semejante traición. Aunque cueste creerlo, la esposa es la última en enterarse de la infidelidad y esta además venia embarrada con la sangre de la traición.
" ¡Dios mío bendito, ahora si me van a descubrir! —decía para su adentro, sin dejar de llorar— ¿Por qué Anastasio? ¿Por qué tenias que morirte justo ahora estando conmigo? Tan inoportuno como siempre."
El pobre hombre no supo como escuchó los pensamientos de su acompañante, sin embargo fue cuando cayó en cuenta de la gravedad de la situación. Se acercó con cautela, o tal vez miedo hacía donde estaba el gentío alrededor de su cuerpo que ya mostraba la lividez característica de la muerte. Para su sorpresa y angustia se miró asimismo, ahí tirado en las gradas con una sonrisa congelada ya en el tiempo. Un grito desgarrador y silente ante los oídos de los demás emergió de su garganta. No podía creer lo que estaba pasando. Trato de tocarse y no pudo pues, su mano se veía transparente, la gente lo atravesaba y el sentía una extraña sensación de vacío que le provocó nauseas y un extraño dolor en el estomago.
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Es Hora de decir Adiós. (One-Shot)
Short Story"Despedirse nunca ha sido fácil." Para muchos la muerte es el final del camino, pero quién sabe si tal vez y solo tal vez sea un nuevo comienzo. De momento una madre y un padre han aceptado que la vida debe continuar. Incluso a pesar del dolor tan g...