Capítulo 3

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Eran las siete y media y decidí irme pero no pude dar más de dos metros porque delante del coche se paró mi colega, y antigua compañera de estudios:

- J: Se puede saber por qué te tones en el medio? - Le grité.

- M: Estoy de servicio contigo esta mañana, te guste o no. - Respondió suavemente.

La miré mientras subía al coche. Era un espectáculo para la vista. Me quedé mirándola, incluso después de que había subido, de hecho, me dijo que podíamos irnos pero no le hice caso.

- M: ¿Por qué ayer no me respondiste más Jane?

- J: Me quedé dormida, no quería. - Luego, en voz baja, para que no me escuchará, añadí - o tal vez si!

- M: Ok, está bien. Tal vez esta noche si no tienes nada que hacer y no te derrumbas en la cama, puedes venir a cenar conmigo. - Tenía una voz tan dulce cuando me lo pidió no pude rechazarla.

- Sí, creo que puedo estar allí. -

Había llegado el momento de irnos, me dirigí hacia el puerto, donde se nos había informado de un vertido ilegal de mercancías. Llegamos, pero no encontramos nada. Todo estaba tranquilo y silencioso y mi colega decidió bajar para comprobar los cobertizos. Cuando la vi caminar hacia la entrada me di cuenta de que no era una buena idea enviarla allí sola, por lo que tuve que darme prisa para salir del coche cubrirle la espalda. Todo parecía tranquilo y silencioso en el interior, pero de repente el sonido de unos pasos llamó nuestra atención!

Nos acercamos con cautela al lugar de donde venían, y nos dimos cuenta de que eran los pasos de un niño, de hecho, ante nosotros apareció un niño pequeño asustado de las pistolas.

Le pedí a Maura que bajara el arma y, afortunadamente, lo hizo sin protestar, y para mi sorpresa tomó al niño en sus brazos y... me vino una punzada al estómago! Era aún más hermosa con el niño en sus brazos.

Me quedé mirándola dulcemente y quizás mi mirada dejaba escapar otros sentimientos. Dejé allí a Maura y al niño Maura y comencé a recorrer la fábrica con el arma lista para disparar a cualquiera que me amenazase. Encontré cajas. Cogí del bolsillo de mi pantalón un pequeño cuchillo y comencé a cortar la cinta adhesiva. Me quedé muy sorprendida cando vi el interior de las cajas, grandes cantidades de cocaína pura, perfectamente cortadas.

- J: Maura ven aquí, inmediatamente! - Grité. Se precipitó corriendo con el horror impreso en sus ojos.

- M: ¿Qué pasa Jane?! - Grita mirándome a los ojos - ¿Cómo estás?

- J: Estoy bien Maura, de verdad, pero por favor, no grites... Puedes asustar al niño. Mira aquí. - Dije, señalando a las cajas.

- M: Es muchísima! Qué hacemos con ella, Jane? - Le preguntó.

- J: Vamos a dejarla aquí, alguien vendrá a por ella!

- M: Tienes razón, voy a llamar a la central para poner el área bajo vigilancia.

- J: Perfecto, gracias.

La vi alejarse mientras hablaba por teléfono, permanecí un momento mirándola. Entonces empecé a recoger algunas pruebas, pero sin mover nada, para que cuando vinieran a por la droga no se dieran cuenta de nada. Estaba recogiendo el último fragmento cuando sentí sus manos agarrarme por las caderas. Me quedé helada. No sabía cómo reaccionar. ¿Por qué? Por qué estaba tan cerca? Qué quiere de mí? Todas estas preguntas me estaban llenando la cabeza y mientras tanto yo estaba ya fuertemente sujeta entre sus brazos y su cara en mi hombro izquierdo. Me di la vuelta. Me quedé mirando sus ojos, encantada. Era una mirada eterna. Me acerqué a sus labios... No, no puedo, pensé. Rápidamente me alejé, pero permaneciendo firme con la mirada en sus ojos.

- M: Lo siento, Jane, yo no quería! - Dijo.

No contesté, no podía decir nada. Di media vuelta y me alejé hacia el coche. Esperé a que recogiera todo y encendí el motor y después de que entrara, partí.

- M: Jane me dices que pasa por favor?

- J: ¿Qué? - Dije – Tu sabes lo qué? Te fuiste! Me abandonaste! Y ahora estoy conduciendo así que déjame en paz!

No me podía creer que hubiese dicho lo que pensaba. Realmente me había sorprendido a mí misma.

- M: Jane soy uno de tus superiores, no te permito dirigirte a mí de esa manera! - Su tono era frío.

- J: Entonces, ¿qué carajo vas a hacer, doctora? - Dije con arrogancia.

- M: Voy a tomar medidas disciplinarias, lo siento.

Su "Lo siento" fue muy dulce, sabía que no quería pero por su puesto estaba obligada.


Twitter: RakelOR93

La Guerra se puede combatir de a dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora