Capítulo 8

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Se estaba haciendo tarde y tendría que dejar de estar sentada en el sofá bebiendo una cerveza tras otra. Pero me aliviaba seguir bebiendo. Era medianoche y no tenía ninguna intención de ir a la cama, no porque no pudiera dormir, sino porque no quería entrar en esa habitación donde había estado ella.

Fui del sofá a la silla y abrí un libro sobre criptografía. Amo la ciencia más que cualquier otra cosa. Me relajaba en noches como esta. Ni siquiera había llegado a la parte central cuando alguien llamó a mi puerta. Miré por la ventana de al lado de la puerta y vi a Maura. Me estaba rogando que la dejara entrar y estaba llorando. No me podía creer que había venido a mi casa para darme una explicación. Dudé unos minutos antes de abrir la puerta. Se puso de pie en la entrada mirándome con los ojos hinchados de tanto llorar.

- J: Adelante, doctora! - Dije entre sollozos.

- M: Gracias Jane. Escucha... Sólo quería darte una explicación. Tengo esa posibilidad? – Intentando retener el llanto.

La miré con rabia y me fui a encerrar a mi estudio. Me senté en mi escritorio con el ordenador encendido. Quería buscar información sobre el pasado de Maura pero sabía que si lo hacía sería un crimen. Cerré con rabia el MacBook Pro y volvía a llorar con la cara entre las manos.

- M: Jane abre la puerta, por favor. - estaba llamando a la puerta del estudio.

- J: ¿Qué quieres ahora? Te burlaste de mí por mucho tiempo! Estoy cansada de esta situación! - No iba a abrir la puerta.

- M: Por favor! Tengo que mostrarte unas cosas. - está llamando con insistencia.

Me sequé las lágrimas y abrí la puerta. Tenía en la mano unas hojas de papel y una carpeta, como las que utilizamos para poner los informes de las autopsias. Apenas salí de mi estudio me los entregó, los recogí y volví a sentarme en la silla sin hablar con ella.

Me di cuenta que sobre la mesa había una taza con mi té preferido. Sabía que lo había preparado ella y una leve sonrisa apareció en mi cara. Abrí la carpeta mientras tomaba la bebida caliente. Eran los acuerdos prematrimoniales, certificados de nacimiento, matrimonio y divorcio. Tenía la prueba de que realmente se había divorciado de su esposa hace tres años. Cerré la carpeta y la dejé sobre la mesa al lado de la taza. Había terminado de beber, no quería más. Me acosté en el sofá y miré el reloj: eran las dos y media. Mañana por la mañana teníamos que ir a trabajar, debíamos resolver un caso. Me quedé dormido sin decir nada, en el fondo todavía estaba enfadada por su actitud hacia mí.

Dormí durante sólo cinco horas, porque el despertador sonó puntual a las siete y media. Poco a poco abrí los ojos y la vi en mi silla: estaba despierta.

- J: ¿Puedo preguntar qué estás haciendo aquí todavía? - Le dije con voz de dormida.

- M: Quería asegurarme de que dormías tranquilamente. - Todavía estaba triste, lo podía notar en su voz.

Me levanté sin contestar y fui a la cocina para preparar un café instantáneo ya que se hacía tarde para ir al trabajo.

- Te hace daño tomar siempre el café instantáneo por la mañana. Debes tomar un desayuno saludable. - Dijo.

Ni siquiera me di la vuelta para responder, de hecho cogí el abrigo y me dirigí al garaje para sacar el coche. Se acercó a la puerta del acompañante para pedirme que la llevará pero partí a toda prisa haciéndole ver que no era bienvenida en mi coche.


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La Guerra se puede combatir de a dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora