13; Amable.

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Tsuna estaba deprimido.

Era jueves y hacia poco más de dos horas Mukuro se había presentado en su salón dispuesto a sacarle de clases por una llamada del chico pidiendo ayuda de manera exagerada, la riña que se había llevado Tsunayoshi al explicarle que tenía examen de química había sido...

Pero el ilusionista no era tan malo... Más o menos.

Y es por eso que estaban allí, sentados uno frente al otro en completo silencio mientras esperaban sus helados.

Sawada suspiró recostado sobre la mesa y dejó de observar por la ventana para mirar a su extraño acompañante, poco tardó en notar que había chicas mirándole también.

Mukuro era guapo, no le extrañaba.

Sin embargo no era eso lo que le hizo irremediablemente fruncir el ceño, gruñó.

—¿Podrías desaparecer eso de mi vista? —espetó amargamente—. Después del examen esa cosa ha sido la peor tragedia de mi día.

Los ojos de su guardián le miraron por un segundo, tiempo suficiente como para que el castaño notase el poco interés que tenía el otro en hacerle sentir bien realmente. Era un hijo de puta, en serio.

—¿Más trágica que el quiebre de nuestra hermosa relación? —ironizó de mala gana—. En serio, Tsunayoshi, me diste el susto del siglo. Incluso pensé que estaban a punto de matarte.

Y el descarado sonrió muy orgulloso, el italiano tuvo muchas ganas de borrarle aquella sonrisa de su bonito rostro de un guantazo.

Pero no lo hizo y sólo chasqueó la lengua.

—Debo decir que estoy muy halagado, Mukuro —se echó hacia atrás con aquella sonrisita molesta—. Jamás pensé que te preocuparas tanto por mí, fue muy lindo de tu parte patear la puerta de mi salón mientras me buscabas.

Habría sido una manera muy épica de escapar del examen, podría alegar que un demente le había secuestrado de no ser por el maldito de Yamamoto.

Oh... Como lo estaba odiando en ese momento.

Sólo a Takeshi podría ocurrírsele saludar al histérico aquel, aquello dio pie a una larga conversación en la que el docente fue partícipe y para cuando Tsuna pudo reaccionar Mukuro le estaba riñendo en voz baja mientras el docente decía que tenían nuevo miembro en el club de teatro.

De ahí el libreto que Rokudo hojeaba frente a él y con el que parecía dispuesto a romperle la cabeza.

—Estoy intentando que seamos pacíficos y esto funcione —murmuró el cansado italiano—. ¿Por qué no das un poco de ti, Tsunayoshi-kun? Me siento herido.

El castaño rodó los ojos, le habría creído de no ser por el tono monótono de su voz y el hecho de que había regresado a su lectura del libreto como si nada. Sawada abrió la boca dispuesto a decir algo cuando sus helados llegaron y recordó su depresión.

Le iba a quedar química, fijo y sí.

Suspiró.

—¿Crees que podamos resolver esto antes de que entreguen las notas? —cuestionó preocupado— Quizá si lo logramos, esto no pasaría y mis exámenes... ¿Siquiera me estás escuchando?

El ilusionista emitió una desganada afirmación mientras se llevaba una cucharada de helado de vainilla a la boca, Tsuna frunció el ceño.

—Sí, Tsunayoshi-kun, el azul es tu color.

Claramente no estaba escuchando y se sacaba las respuesta de dejabo de la manga, ¿cuántas películas veía Mukuro? Aquello era muy 2004.

—Eres un idiota —bufó, últimamente le insultaba demasiado y se sintió culpable—. ¿Podrías dejar de leer eso? En serio, es el mal. No quiero participar.

—Serás la estrella, sé agradecido —oh, sí estaba escuchando, Mukuro le miró con picardía—. Además, eres buenísimo para los dramas, estaré ansioso por verte actuar ante toda tu escuela.

¿Quería darle apoyo moral para hacerle sentir bien o ponerle nervioso? Sawada sonrió incómodo y sus mejillas se calentaron.

—En serio que me molestas, Mukuro —se llevó una cucharada de helado a la boca—, además se supone que te vas a Italia en unos días, ¿no?

El mayor no respondió y se quedó mirando fijamente una de las páginas del guión con cara de circunstancias, Tsuna decidió robar un poco de su helado entonces.

Y lo logró, fue feliz aunque estaba jodido en química (y lo sabía porque de nombre puso un bonito Todas las anteriores).

—¿Cuándo será tu obra, Tsunayoshi? —indagó reaccionando y frunciéndole el ceño—. No sé si lo sabes, pero siempre saco el tiempo para ti... Para atormentarte, me refiero.

El castaño le miró mal, pero hizo memoria.

Recordaba vagamente la discusión entre la representante del club de teatro y él de esa mañana, algo sobre ser el prota, tener una co-estrella y no cagarla.

¡Oh! También estaba esa cosa... La fecha...

—Creo que en dos semanas —dijo al fin—. Si no mal recuerdo te vas el martes, ¿no? ¿Crees poder volver con la solución antes de eso? En serio no quiero actuar.

—No entiendo por qué —sonrió dejando por fin el guión—, seguro que lo harás bien.

—Ya, ¿qué más soñaste? —espetó rodando los ojos—. ¿Acaso conmigo siéndole infiel al suelo? Porque te lo digo, puedo imaginarme desmayado en medio de la obra.

—Exageras, pesimista —rió—. Algún día tendrás que decirle al suelo que lo suyo no funciona, además, sé que lo harás bien y creo que para entonces, en caso de que no, yo estaré aquí.

Tsunayoshi arqueó una ceja y le miró sin entender mientras robaba más del helado de vainilla de su acompañante, le gustaba el suyo ya que era de chocolate, pero la expresión molesta que le dedicaba Mukuro era muy divertida de ver.

—¿Debería sentirme bien porque verás mi humillación pública? —inquirió confundido—. Porque si ese es el caso, créeme cuando te digo que no ayudas.

Rokudo torció el gesto ante un descarado tercer intento del otro por comerse su helado y golpeó la cuchara de Tsuna con la suya propia, el tintineo provocado por el impacto le recordó a Nagi.

Últimamente pensaba demasiado en ella cuando estaba con el décimo y la culpa le consumía al igual que la incertidumbre al recordar su última conversación antes de que aquel fenómeno pasase.

—¿Olvidas mi mayor habilidad? —bufó con superioridad—. Fácilmente podría ayudarte en caso de que metas la pata, conmigo cerca ese día no tendrás nada de qué preocuparte.

Aquella declaración sorprendió y emocionó al cielo, pero la alegría le duró poco y la desconfianza llegó a él con la fuerza de un tren bala.

—¿Por qué estás siendo tan amable conmigo, Mukuro? —cuestionó realmente confundido por el cambio en su guardián—. No me quejo, precisamente, pero es... No lo sé, algo extraño ya que tú y yo jamás hemos sido cercanos así que...

Lo dejó en el aire, no hacía falta que siguiera ya que la expresión del otro le dejaba en claro que entendía.

Sin emabrgo, ni siquiera Rokudo podía explicárselo. ¿Será que Nagi acaso...?

Suspiró negando.

—No lo sé —confesó—. Quizá se debe a que en este momento sólo nos tenemos el uno al otro.

Y eso bastó para convencerle, aún cuando algo les dejaba en claro a ambos que la cosa no era así.

No querían insistir, no ahora.

PUDE HACER EL CAP 18 OH DIOS!
#EMOCIÓN

Vale, paro :v

Finding RealityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora