Quisiera, explorar tus manos, tus mejillas, ver el lugar por donde tantas lágrimas inmerecidas han recorrido un largo tramo desde tu corazón hacia tus ojos... quisiera, más que nada, deshacer todo ese dolor y plantarme en el medio de tu pecho, como bandera blanca, para que te des por vencido ante el sufrimiento y te rindas a mi y al placer, y no solo hablo del sexual... hablo del placer de llenarte de tardes bonitas, entre cafés y pan recién horneado, placer de llevarte de la mano por las plazas en las noches de otoño, cuando las hojas caducas de los viejos árboles destilan sabiduría y esperanza, para ti y para mi, placer de llenarte de mensajes inesperados, de abrazos por la espalda y viajes espontáneos, de esos que siempre suelen ser mejores.
Quier verte rendido, ya descansado y feliz luego de hacerte el amor, ese será el momento más hermoso, cuando te vea reposado en mi pecho, suspirando extasiado luego de tanto placer... ese que hace tiempo te merecías. Suavemente acariciaré tu piel, hasta que te duermas, te daré calor, te daré mi amor... y me preguntaré ¿cómo es que demoraste tanto en llegar a mi vida, a mi corazón?