En Kárameth

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Leann fue un chico de catorce años, pero su primer nombre fue Jaden. Vivió en una época bastante posterior a la edad contemporánea; no se sabe con exactitud el año, pero puede que sean tres milenios después de nuestra edad. Vivió en un gran poblado al que se referían los lugareños como Kárameth, aproximadamente conformado por dos mil miembros, entre ellos niños, ancianos y adultos. La mayoría ahí se conocían entre ellos, había pocos o ningún problema al día. Todos los meses llegaban caravanas a vender productos de todas partes al pueblo; todos eran hombres, sin embargo también tenían niños en la caravana. Éstas siempre vendían lo que tenían, que, normalmente, eran alimentos y ropa; sin embargo algunos llegaban a encargar cosas de mayor valor; por ejemplo, algunos pedían medicamentos o hiervas que eran muy difíciles de encontrar por el árido clima, otros pedían fuentes de luz como lámparas de aceite, de alcohol, velas de cera; incluso, el consejo del centro poseía fuentes eléctricas.

En Kárameth, la mayoría de las casas estaban hechas con madera, pieles, telas y heno; otras pocas se hicieron con ladrillos de piedra o barro. Ninguna casa era de dos pisos. Toda la aldea, estaba totalmente cubierta por una red de hierro que, a su vez, estaba debajo de grandes telas de materiales especiales. Este techo protegía a las personas de la Gran Estrella (el sol), pues ésta quemaba la piel de las personas al estar breves minutos expuestos. Por supuesto, era sólo un mito, pues que nadie había visto esa estrella en su vida, a excepción de los miembros de las caravanas, quienes platicaban mucho de lo que veían fuera. El techado se sostenía por docenas de postes distribuidos por la aldea. La entrada era supervisada por cincuenta hombres armados con instrumentos punzocortantes, armas parecidas a martillos o mazos y algunas armas de fuego que los mercaderes proporcionaban al poblado.

La humanidad en esa época era distinta a la gente de los primeros milenios de la era común. El único pelo visible sobre el cuerpo está en las cejas y pestañas; el resto es delgado y corto. La tez es demasiado clara en la mayoría del mundo. No hay distinción racial ni se clasifica a la gente por sus facciones físicas (sino sociales), ya que es un pensamiento demasiado retrógrado para esa actualidad, o al menos una tontería sin fundamentos. El hecho de que alguien tenga ese tipo de postura es simplemente un pensamiento propio sin argumentos muy criticado por la sociedad; la gente evolucionaba cada vez más rápido. El analfabetismo abundaba y la escritura a mano era desconocida por la mayoría de la población mundial; sólo en las capitales y grandes ciudades se tenían oportunidades de aprender algún sistema de escritura.

En Kárameth nadie tenía idea de lo que había fuera de sus muros enrejados y cubiertos de manera total; no sabían que pertenecían a un país, sin embargo no fueron los únicos. Hubo miles de aldeas así en todo el globo. Su único contacto con el mundo exterior fueron las caravanas y sus mercaderes. Jaden también se preguntaba, como muchos jóvenes de su generación, qué había fuera de los muros.

Jaden nació en invierno, en el centro de Kárameth; toda su vida la había vivido paseando y conociendo las calles y avenidas de Kárameth; lo único que había comido eran cereales que sembraban ahí y frutos que traían las caravanas. Fue una vida casi idéntica a la que su madre había tenido ahí. No tenía padre, su madre le decía que había muerto atacado por un animal salvaje mientras cazaba junto con otros hombres fuera de los muros, ya que en esos días estaba permitido salir para cazar animales.

Un día llegó la caravana como usualmente lo hacía cada mes; la gente negociaba en la plaza, invitaban a los mercaderes a las casas, algunos mercaderes ofrecían sus productos de casa en casa o pregonando en las calles como era costumbre cada mes. Sin embargo, en esa ocasión entre los mercaderes venían otras personas distintas, tenían cabello en las cabezas y prendas de materiales que no conocían en Kárameth. Estas personas extranjeras hablaron con los principales del poblado, una congregación de siete miembros. Curiosamente no muchos estaban intrigados por saber qué era lo que los extranjeros querían. Jaden, mientras todo esto pasaba, salía con sus amigos a caminar por el pueblo; tenía gran cercanía con dos de ellos: una chica de su edad llamada Lea y un joven de diecisiete años llamado Sedra.

Ese mismo día, antes de que se metiera el sol (o la Gran Estrella, como lo conocían en Kárameth), Jaden regresaba a su casa y su madre, Thyna Evan, le dijo: Empieza a empacar todas tus cosas, mañana temprano saldremos de aquí. Después de eso no le dio más explicaciones y comenzaron él y su madre a empacar las cosas. Comida, agua, prendas y algunos instrumentos más. Su madre había asistido a una convocatoria que el cuerpo de principales hizo; allí se les dieron instrucciones a los jefes de familia para levantar el campamento esa misma noche, debía ser algo urgente.

Todos los adultos y cabezas de familia estuvieron toda la noche sacando agua de los pozos; había muchedumbres grandes en cada pozo y cada que acarreaban agua volvían a formarse para sacar más. Igualmente, Thyna, la madre de Jaden, tenía planeado ir a los pozos más cercanos a la casa para juntar agua, al menos la necesaria. Antes de ir le dijo a su hijo: Duerme, mañana antes de que amanezca debemos salir. Jaden preguntó: Pero, ¿hacia dónde? ¿Dónde iremos? Toda la vida has estado aquí en Kárameth, conmigo. Su madre le respondió:

No lo sé mi niño, lo único que me dijeron fue que seguiríamos nuestras sombras al amanecer, que nos dirigiríamos camino a unas mesetas; por cierto toma esto. Al salir póntelo, te protegerá de la Gran Estrella. Está hecho del mismo material de la ropa de los mercaderes. Hijo pase lo que pase, te protegeré y no dejaré que nada te dañe -dijo entre lágrimas- no sé lo que pasa o pasará, sé que también estás confundido, sólo te pido que seas fuerte, más astuto que el enemigo, más hábil que él, siempre ve un paso adelante. Será duro y difícil, espera lo mejor. En la reunión alguien muy especial me dejó esto para ti, tómalo.

Thyna lloraba, no quería dejar a Jaden sólo en la casa. Al terminar de decirle todo le entregó en sus manos una pulsera metálica, negra con aberturas brillantes dentro de ella de color verde neón, en una de sus caras tenía un símbolo extraño que ni su madre ni Jaden conocían. Al entregarle eso, Jaden abrazó fuertemente a su madre mientras en voz baja le dijo: Tengo miedo. A lo que su madre respondió: Serás más valiente que nadie en este mundo. Ésta sería la última plática que Jaden tendría con su madre.

Después de eso, Thyna besó la frente de Jaden, tomo un balde, se despidió y salió de la casa con un mar de lágrimas en su rostro. Ella se dirigió a los pozos y Jaden empacaba las cosas para su madre y para él. La gente corría por las calles y comenzaron a haber discusiones, se escuchaban gritos de personas peleando, comenzaron a haber más y más discusiones entre la gente.

Jaden estaba asustado, intrigado, se sentía nervioso por lo que le esperaba a él y su madre; al terminar de empacar las cosas fue a la cama y durmió. La gente iba por agua y regresaba a las casas para almacenarla; sin embargo Thyna no volvió nunca a la casa. Ya eran altas horas de la noche, de hecho, ya era más de media noche, fue entonces que Jaden despertó. Al percatarse de que su mamá no había llegado a casa se levantó de la cama y encendió una lámpara de aceite para revisar en toda la casa. Al estar en la sala encontró una mochila junto a un pergamino con dibujos extraños.

En los dibujos había seis escenas, todas en primera persona: En la primera estaba Jaden viendo dicho papel; en la segunda imagen él tomaba su prenda de protección y se la ponía; en la tercera tomaba la mochila y se la ponía; en la cuarta salía corriendo de la casa con una botella de agua en la mano; en la quinta imagen se mostraba fuego que consumía casas, llamaradas que incendiaban alguna parte del campamento; por último, en el sexto dibujo había fuego, y se veía una sombra donde se podía apreciar a un monstruo enorme con forma humanoide que atravesaba con sus garras a una señora elevándola, tenía cosas que parecían una cabellera gruesa sobre la cabeza, tenía cola y un hocico terrorífico. Sólo se veían las siluetas oscurecidas por el fuego que en el fondo brillaba.

Al terminar de ver esto, Jaden captó la idea rápidamente. Agarró la mochila que tenía y guardó en ella la nota, tomó una botella de agua y salió corriendo de allí, se dirigió a la entrada de la ciudad. Sin embargo, algo lo detuvo repentinamente, mientras la gente seguía corriendo en las calles se escuchó algo que provocó un silencio total. Jaden corría contra la multitud pero en el turbulento ambiente, se escuchó una gran explosión

Leann: Orígenes de una LeyendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora