Abre los ojos aturdida, se incorpora en la cama y posa su mano derecha en la nuca. Está sudando, esa pesadilla lleva atormentándola desde el primer día que llego a su caja. ¿Es de día? No lo sabe, en ese lugar lo único evidente es que se sabe cuando se entra, pero nunca cuando se sale. Suspira cansada y vuelve a tumbarse sobre la cama, ¿cuanto tiempo a pasado? ¿2-3 años? Algo así, no lo recuerda, pero si la causa. No se arrepiente, en todo ese tiempo lo ha aprendido, cuanto antes se quite de por medio a un enemigo, mejor.
Observa el techo entrecerrando los ojos, es de un color blanco, como todo lo que rodea a su caja y la de los demás. ¿Porque es blanco? No lo sabe, tal vez quiera aparentar serenidad, debería estar teñido de negro, como los corazones de todos sus compañeros de caja, mostrar su verdadero color, negro, como el carbón, dejando ver el vacío, la tristeza y la culpabilidad de aquel lugar. Enarca una ceja tras oír como la puerta de su cuarto se abre dejando pasar a un hombre vestido con una bata blanca.
-Tu, levántate- Dice el hombre señalando a la chica.
Dirige la mirada hacia el chico. Es alto y delgado, su pelo es de color castaño y corto, sus ojos de un almendrado oscuro son profundos, o al menos eso es lo que aparentan, sin embargo, ella sabe que no transmite ningún sentimiento, lo sabe desde el primer día que entro en ese lugar. Ese hombre no tiene ningún afecto hacia ninguno de sus compañeros y menos a ella, a causados demasiados problemas desde que llego allí.
-Tengo nombre, ¿sabes? A ver si aprendes- dice ella chasqueando la lengua.
-Me la suda muy mucho, ¿sabes?- responde el chico remarcando la pregunta.
Entrecierra los ojos algo frustrada y se levanta saliendo con paso decidido por la puerta. Ese hombre la saca de sus casillas, es al único a quien no ha dominado en todo ese tiempo. Maldito imbécil, cuando salga de allí lo primero que hará será pinchar las ruedas del coche de ese cabrón, lo tiene decidido. Sigue caminando a grandes zancadas por los pasillos del edificio en dirección al comedor. Todos sus compañeros ya se han levantado y salen de sus celdas algo hambrientos, observan a la chica , sin embargo, no la saludan, no tienen mucha relación con aquella extraña que se niega a hacer amistades.
Cuando llega al comedor vuelve a peinarse su cabello anaranjado, siempre ha querido tener el pelo negro, desde muy pequeña ha detestado su color de pelo, es muy... infantil en su opinión. Coge una bandeja y comienza a coger los platos y la taza para su desayuno, después observa los asientos y se decide por el ultimo de la esquina, el único libre. Coloca su bandeja en la mesa y se sienta en el banco, echa los polvos de Cola Cao en su leche y lo disuelve con la cuchara. Todos sus compañeros se sientan en grupos de cuatro, y en ocasiones juntan mesas para estar juntos, sin embargo, ella prefiere desayunar sola, comer sola, cenar sola, todo lo relativo a lo individual y la soledad. No tiene amigos, ni los quiere tener, una amistad es demasiado trabajo para alguien como ella, en su tiempo los tuvo pero parecieron ser unos hipócritas que no la aceptaban tal y como era, muy malas experiencias en los temas amistosos, cuantos menos problemas mejor.
-Buenos días, Amanda- Dice una voz a su lado.
La pelinaranja vuelve de su ensimismamiento y observa a la mujer que se ha sentado a su lado. Es una chica de mediana edad, rubia de ojos verdes y sonrisa sincera, es muy guapa, y siempre está sonriendo, al menos cuando se la encuentra por los pasillos. Su familia es la fundadora de aquel lugar y como tantas generaciones, ella es la directora del edificio.
-Ah, hola Silvia- responde mirándola fijamente.
-¿Como te va?- pregunta sonriendo.
-De puta madre-
-Me alegro mucho-
Silvia saca de su bolso unos documentos parecidos a una ficha, Amanda los observa y se queda perpleja, es su ficha de paciente.
-Amanda, los psiquiatras me han comentado que has progresado bastante y hemos tomado una decisión. Comienza a recoger tus cosas porque mañana sales de aquí-
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Silencio Monotono
Teen Fiction¿Quién iba a decir que la vida pudiese cambiar de dirección tan rapidamente? Esa es la pregunta que Amanda se repite constantemente. ¿Destino? Puede ser. ``Me llamo Amanda, tengo 17 años y soy una criminal. Vivo en una caja cuadrada dentro de otra m...