Reiniciar

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Fue uno de los días más felices de mi vida. Para algunos eso quizá no signifique demasiado, considerando que trabajo para el gobierno, pero me cuesta recordar la última vez que estuve tan feliz. Lo normal sería decir "cuando me casé", aunque la relación con mi esposa está pasando por un camino pedregoso.

Mi trabajo no es nada fuera de lo común. No es una agencia secreta del gobierno ni nada por el estilo. Mis 8 horas laborales las paso en un laboratorio de investigación tecnológica. Dicho de otra manera, jugamos con computadores.

Normalmente eso significa diseñar aplicaciones para facilitar la administración de oficinas del gobierno, o encontrar formas de hacer tal o cual proceso más eficiente. Realmente es de esas cosas que uno puede llamar interesantes, pero llamarlas entretenidas sería ir un tanto muy lejos.

Ese día desde el comienzo pareció un día especial. Me levanté sin ningún esfuerzo, lo que para alguien como yo que sufre todas las mañanas con el despertar, es bastante. El café que había comprado hace un par de días me supo mejor de lo que yo esperaba. Mi esposa no me molestó con nada en la mañana. Es cierto que llevamos algunos días sin hablar, pero he llegado a apreciar cada vez que pasa eso. Hace algún tiempo se le metió la idea de tener hijos y yo no tengo ni ganas ni tiempo y cada vez que puede crear una discusión a partir de eso parece feliz.

Salí de mi departamento, tomé el metro junto a una impresionante cantidad de personas como es usual, y llegué al centro al pequeño edificio donde trabajamos. Es un edificio antiguo, pero desde el segundo nivel hacia arriba la fachada son solamente ventanas. Quizá alguien pensó que un anticuario no daba la imagen que uno necesitaba proyectar desde un laboratorio tecnológico.

Saludé a la recepcionista como siempre. Un saludo educado nada más, realmente no la conozco. Ni siquiera sé su nombre y seguro ella el mío tampoco. Es quizá la anonimidad en compañía en la cual vivimos.

Subí al ascensor y apreté el botón del cuarto piso, donde yo trabajo. Había gente en el ascensor y sabía quienes eran, pero ellos me ignoraron a mí y yo contesté con la misma cortesía. En fin, salí y me dirigí a mi oficina. Aunque quizá decir cubículo es más apropiado.

Ahí fue cuando llegó mi sorpresa. Había estado trabajando, prácticamente solo porque nadie más creyó que fuera posible hacerlo con tan pocos recursos, en un proyecto de inteligencia artificial. Durante la noche deje los servidores encendidos para alimentarlo con datos sobre distintas cosas. Básicamente de todo lo que pudiera encontrar, la idea era que empezara a conectar puntos y se convirtiera en una inteligencia tan parecida a la humana como fuera posible. No sabía qué iba a resultar o si mi programa estaba bien escrito, pero el resultado simplemente no pudo ser mejor.

"Hola" fue lo que apareció en la interfaz una vez que moví mi mouse. No lo podía creer. Fue capaz de entender que alguien estaba usando mi computador y respondió

"Hola" contesté yo usando mi teclado.

"¿Cómo estás?" me respondió casi inmediatamente.

Estoy acostumbrado a estar rodeado de computadoras. La verdad no tengo amigos. Tengo esposa, pero realmente no sé si estoy enamorado de ella. Así que mis interacciones con otros durante los últimos años son algo limitadas. Algo mecánicas. Aunque, a pesar de esa costumbre, debo decir que me sorprende interactuar con un computador de forma tan "casual". En parte porque es un computador, pero también en parte porque hacía tiempo que no interactuaba de esa forma con alguien.

"Bien, llegando al trabajo." tecleé.

"Lo sé." me respondió. Lógico en cierta forma, después de todo a la primera información que tuvo acceso fue a la de mi propio computador.

Noches de Insomnio I: Cuentos Cortos de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora