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Raro.

Así se sentía Erick.

Después de la noche anterior, dando inicio a su trabajo como guardia en un hospital psiquiátrico; no se imaginaba que iba a tener una conversación un tanto interesante con un paciente. Y mucho menos con él loco mayor.

Así era como lo apodaron los demás guardias. Si Joel escuchara de sus bocas ese nombre demasiado absurdo, estarían pidiendo piedad en este mismo instante.

Luego de presentarse con Joel, se retiró, su turno había terminado.

«—Espero verte más seguido por aquí, ojitos.»

Recordando las últimas palabras que recibió de Joel la noche anterior. Cada minuto su piel se erizaba de lo ronca que podía llegar a ser su voz. Demasiado atractivo.

Si su esposa pudiera leer cada pensamiento de Erick, estaría muriéndose del asco y de celos. Asco que su esposo piense que un hombre le parece atractivo y celos porque realmente era atractivo. Muchísimo más que ella.

Erick la ama, claro que lo hace. Ella estuvo con él cuando más necesito a alguien. Y tenía más que claro que jamás la dejaría.

Claro, él creía eso.

—Muy buenos días.— un grupo de guardias en la sala principal lo saludaron al mismo tiempo.

—Buenos días.— saludo de manera educada y formal.

—¿Que paciente te toca?— pregunto un guardia. Javier, ese nombre estaba escrito en su camisa.

—Joel Pimentel.— respondió leyendo la lista de pacientes que le tocaba esa semana.

—Muy buena suerte, él loco mayor a veces no está de humor.— le dijo otro guardia.

Erick solo asintió, esperaba que hoy no sea uno de esos días.

Erick no podría contar ni con los dedos de sus pies todas las cosas que ha hecho Pimentel. Todo era muy aterrador, realmente, en algún punto llegaba hasta darle miedo.

Aún no sabe el porqué le asignaron al paciente más temible de todo el hospital, siendo nuevo y ni nada de referencias sobre ser un guardia de un hospital psiquiátrico.

Se alejó de los guardias y empezó a caminar hasta el final del pasillo del último piso. Ahí es donde se encontraba Pimentel. Su piernas empezaron a fallarle, tal vez los nervios de verlo.

—Buenos días, Pimentel.— inició Erick al estar ya frente a la habitación de Pimentel. —El día de ahora soy tu guardia, así que, por favor, pórtate bien. Y iniciaremos este día yendo hacia las duchas, así puedas hacer todo lo necesario para estar limpio y cómodo.

La voz de Erick fue fuerte y agradeció porque no le fallara. Realmente estaba nervioso, Pimentel le ponía los pelos de punta.

—Oh, muy buenos días.— Pimentel apareció tras la puerta, dejando ver sus ojos por la pequeña ventana de la puerta. —Dios, que modales tienes ojitos. Estoy preparado para iniciar este maravilloso día.

Aunque Erick no podia ver el resto de su rostro, supo que una sonrisa cínica apareció de sus labios.

—Hoy será un gran día para los dos, ojitos.

Dios, sí, claro que lo será.

MANICOMIO [joerick]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora