Ese fue un gato que no parecía gato, no es suave de primera vista, tampoco es ágil y sagas, no ve muy bien pero es todo un animal noctambulo y sabe cazar, un día al pasear por el jardín de sueños y pesadillas miró a una pequeña flor, no era la más bella y colorida, tampoco era la única en el camino del solitario maullador, a nuestro querido felino parece no importarle lo que otros digan de las flores, mucho menos de aquella plantada en frente de si, parecía que a ella en particular pudiera sentirla a la distancia con solo mirarla.
Los gatos son egoístas por naturaleza y ni siquiera se cuestionó por que esa pequeña flor estaba ahí, la contemplo y la sintió desde lejos por un largo tiempo, solía mirarla desde distintas posturas, la miraba cuando pasaba corriendo y cuando fingía dormir, ocasionalmente contemplaba sus pétalos acostado mirando de revés, sus impecables espinas avistadas de reojo y sus lindos pistilos al levantar el cuello y mirar por encima de su nariz.
Aquel día de verano por fin se acerco, charló con ella y el muy tonto se enamoró, la prudencia no es cualidad en un gato curioso, aquel no resistió y de un zarpazo sorpresivo la quiso cortar, el pobre pequeño su patita se espinó, maulló, gruño y corrió. Pasaron noches cortas y días muy muy largos en el jardín de sueños y pesadillas hasta que la herida sanó.
Aun más tiempo pasó hasta que por fin comprendió, que aquella no fue plantada para él, esa pequeña y magnifica flor estaba ahí para vivir.