Ser Nuevo Diario 13 de Noviembre de 2014

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Redes sociales, móviles, ordenadores, internet, televisión, cine, vivimos en una sociedad hecha a base de imágenes. Esas imágenes nos "indican" cómo y quienes debemos ser. Somos públicos, exponemos nuestras vidas en perfiles públicos, pero no somos lo que mostramos ya que la sinceridad es algo que no suele alcanzarse. Nos exponemos en público pero dentro de todo lo que debemos ser, no nos exponemos y tal como somos.

Siempre he intentado definirme como alguien brutalmente sincero, no justamente porque sea bruta sino porque estamos tan desacostumbrados que si la sinceridad es total, se nos dibuja como un hachazo que no asimilamos. Incluso ahora que poco a poco me voy haciendo más pública y empiezo a notar ojos sobre mí sigo siéndolo. Debo admitir que pese a que lo soy, mantengo mi vida privada acotada, limitada para que no se sepa sobre ella. Pero pese a ello intentó ser real, sincera y cercana, aunque pueda parecer utópico.

Estamos en una sociedad de imagen globalizada, dominada por lo que debemos ser y no por lo que somos. Desde niños nos embarcan en el camino de lo que debe hacerse, y lo que no debe hacerse, que "las cosas se barren en casa", el "qué dirán", etc... En ese 'desdibujarnos' la realidad, nos vamos perdiendo, nos vamos escondiendo, nos guarecemos bajo capas de cebolla de realidades paralelas a nuestro mundo interior. Fingimos, y lo hacemos mucho, a veces a lo ridículamente grande, tanto que en ese fingir es imposible encontrarnos. Pero fingir se ha convertido mayoritariamente en todo un arte, uno de los más versados en la actualidad. Fingir es una opción de vida mayoritaria, porque nos da pavor que piensen que nadamos fuera de la piscina comunitaria. Pero y ¿si la realidad fuera que todos nadamos fuera de la piscina comunitaria? Entonces seríamos más capaces, más nosotros.

Nos relacionamos con personas dentro de nuestras capas sin mostrarnos, sin ser nosotros, porque en todo 'deber ser' nos hemos perdido y no somos 'encontrarnos'. Todo ello deriva en relaciones amputadas incapaces de evolucionar porque no tratamos con nosotros mismos sino con nuestra imagen fingida. Eso nos lleva a relaciones irreales que no hacen otra cosa que vaciarnos por dentro.

Estamos dominados por el miedo a no estar en el "grupo", a no ser sociales, a ser rechazados. Creamos subgrupos que no son más que otras formas de encajar. Nos sentiríamos mucho más libres si nuestros esfuerzos se dirigieran hacía dentro ¿Cómo vas a saber en qué grupo estás y si estás sin conocerte? Deberíamos conocernos, querernos como somos, sernos sinceros primero a nosotros y probablemente después de eso podamos ser capaces de vernos, y ver con claridad qué y quienes somos realmente.

Quizás me gusta ser brutalmente sincera para no acabar palideciendo dentro de mí, por ser yo y salir fuera por tener la necesidad de vivirme y no desvivirme en el deber ser. Todos sabemos que la vida no es de color de rosa, que lloramos, reímos, sentimos, sufrimos, hacemos el idiota, a veces somos absurdos, nos enamoramos, no nos corresponden, nos quedamos sin trabajo, suspendemos, la vida está llena de cosas buenas y malas. ¿Acaso no sería mejor que viviéramos la vida tal y como es fuera de nuestras capas? Así demostraríamos a las generaciones que vienen que no tienen que perder su tiempo en el deber ser, que simplemente pueden ser ¿No sería más sano sentirse mal o bien, o fatal o genial y poder compartirlo sin censuras?

Probablemente divague en un sin sentido, quizás seamos incapaces de admitir que nuestras existencias no son perfectas porque no nos escucharían. Desde mi brutal sinceridad, he descubierto que no les gusta a todos, que no están acostumbrados pero que en el fondo es realmente lo más sano.

Os propongo ser brutalmente sinceros, salir de nuestras capas y vivir con todas las perfectas imperfecciones que nos trae el devenir del tiempo y la vida.


Artículos 2014/2016Where stories live. Discover now