Capítulo VI

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Sorprendentemente, Bella no mostró sorpresa por aquella pregunta. ¿Qué posibilidades tenía de decir "no"? Ninguna. Pero, ¿qué pasaría sí dijese que sí? Podía esperarse de todo. Y más de él, siendo un psicópata, que investigo en donde vivía, sin tener nada referente, sólo su número de teléfono.

-Amor...-Edward levantó la mano y la sacudió enfrente de su cara.-¿qué te parecería vivir conmigo?-preguntó.

De nuevo la dichosa pregunta y la típica respuesta:

-No lo sé.

Y en verdad no sabía que contestar, ósea ¿qué pasaría con el instituto? Sólo faltaba un mes para que acabara y llegara el turno de la universidad, pero primero tenía que mandar las solicitudes. ¿Su "queridísima"familia? Por un lado era bueno alejarse de su"madre y la insoportable de su hermana, pero por el otro, no quería dejar a su padre sólo, con la cínica de Renee y mucho menos a Jacob, su mejor amigo.

-Okay, no te preocupes. Sólo dime en esta misma semana, amor. Yo soy feliz teniéndote en mi apartamento, sólo para mí.-dijo, lo último con un toque de lujuria y una sonrisa picará.

Unos minutos después de haberse sentado en la mesa un poco asilada de las demás, llegó un mesero, vestido con el típico chaleco negro y pantalón negro, pero esté a excepción de otros, no tenía el moño negro, sino un clavel rojo en el lado derecho de su pecho.

Había que admitir, que era bastante guapo, no tanto como Edward; no habría nadie, absolutamente nadie que compitiera con semejante belleza. Pero el mesero, tenía lo suyo.

OoOoOoOoOoOoOoOoO

Se sentía satisfecho consigo mismo. Estaba haciendo todo bien. Citas, novios, casarse, hijos, felices. ¿Qué podría salir mal? Aunque también se sentía un poco nervioso por la cena de mañana con su familia, ¿cómo la tratarían? ¿Se adaptaría al entorno familiar? ¿Cuál sería la reacción de su familia cuando la vieran?

Tendría que ser buena, porque Bella era espectacular, endemoniadamente hermosa y encantadora. Casi no la conocía, pero ella era perfecta. El amor de su vida por el resto de sus vidas.

El mesero rompió el silencio.

-Soy Riley, y esta noche seré su mesero. ¿Desean algunas bebidas?-dijo, y dando las cartas.

-Dos Coca-colas, por favor.-dijo Edward, mirándole, pero esté tenía la mirada posada en su amada Bella.

Rápidamente, Riley, anotó en una pequeña libreta que saco de su delantal negro y se fue sonriendo. Imbécil.

Aparté todo lo dijo mirándola ¡¿Qué le pasaba?! Ella era suya. Y Bella, también le sostuvo la mirada e incluso le sonrió. ¡Le sonrió! Era como sí estuvieran coqueteando descaradamente en su cara. No estaba pintado. Bella le oiría.

Se acercó a su rostro, como la mesa le permitía y le susurró:

-Por qué le sonríes, ¿eh?-su voz sonó fría, pero no importaba. Tenía que entender Bella, que era sólo suya. Isabella volteó hacia él y le miró consternada.-Mira Isabella, tu sólo eres mía, ¿entiendes? ¡Mía! No voy a dejar que un mesero me quite lo que me pertenece. Así qué deja de mirarlo.

Sonrió. Había espantado un poco a Su morena y eso le convenía. Le gustaba que ella tuviera un pequeño susto. Vio a Bella tragar su saliva y tomar la carta para esconderse de él.

-¿Qué pedirás, querida? ¿Quieres algo ligero? ¿Ensalada? ¿Carne? ¿Pollo? ¿Pescado? Tú pide lo que quieras, por mi está bien.-preguntó desesperado por saber que escogería.

¿Sería como las adolescentes, que cuidan de su figura, sólo comiendo ensaladas, para no subir de peso? O ¿sería una adolescente normal, que come de todo, pero en balance?

Enfermiza ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora