CAPÍTULO 1

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CAPÍTULO 1

NUNCA TOQUES EL ESPEJO

ERASE UN NUEVO AÑO ESCOLAR, RAVEN QUEEN estaba haciendo las maletas. Estaba escuchando el último disco de Tailorucita Swift en su espejo-pod, y bailaba mientras iba sacando cosas de su armario y las metía en un baúl. En el montón de ropa solo había prendas moradas y negras, así que eligió un par de sandalias plateadas para añadirle una nota de color. Raven abrió la ventana. El sol se estaba poniendo sobre el mar color cobrizo. El verano estaba a punto de pasar su última página.

-¡Eh, Ooglot!- gritó mientras deslizaba el baúl por el hueco de la ventana de su dormitorio, en un cuarto piso, y lo dejaba caer. En el patio que había abajo, el ogro de la familia lo atrapó con una mano azul y la saludó con la otra. Ella le devolvió el saludo.

El verano había estado bien. Nada de tarea, solo horas y horas de escuchar música y leer novelas de aventuras. Un par de días a la semana había cuidado a los gemelos de Cocinera – Calabaza y Pastel – a cambio de un montón de dulces. Y su padre la había llevado a navegar por la costa en su velero para pasar una semana con Pinocho y su hija, Cedar Wood. Raven se había pasado de fábula tomando té con el Hada del Pelo Azul, jugando a las cartas junto a la chimenea y quedándose despierta hasta tarde con Cedar, cantando karaoke y ahogando la risa con las almohadas.

Había sido feliz como una lombriz, pero Raven estaba ansiosa por volver a ver sus amigos de Ever After High en su segundo año en el internado.

Estaba haciendo un gran esfuerzo para no pensar en que apenas faltaban unas semanas para su Día del Destino. Desde que fue testigo del Día del Destino durante su primer año había hecho todo lo posible por borrarlo de su mente. Aquel día, el futuro le había parecido muy lejano. Una sirena gritó para llamarla a cenar. Raven se puso su suéter mientras salía de la habitación.

En el Castillo de la Madrastra hacía frío siempre. Había demasiadas habitaciones vacías como para encender fuegos en todas las chimeneas. Cuando su madre fue soberana, el castillo había estado lleno de sirvientes, soldados y criaturas de las sombras. Y todos ellos habían vigilado a la joven Raven, preparados para delatarla con su madre si la descubrían haciendo alguna bondad.

-Raven - le decía su madre -, Yop, el duende, dice que te vio disculparte con una rata por pisarle la cola. ¡Ese comportamiento tiene que terminar!

-¡Pero si le pisé la cola sin querer! – replicaba ella.

-¡Eso no! ¡Las disculpas! ¡Una Madrastra de Blancanieves nunca se disculpa por nada! ¡Debes aprender eso cuanto antes!

A Raven le gustaba más el castillo vacío.

Atravesó el Gran Vestíbulo del castillo, sintiendo como si se la hubiera tragado una ballena. Le sacó la lengua a las sombras y se deslizó por el barandal de la escalinata, igual que solía hacer cuando era una niña.

Abrió las gigantescas puertas del comedor y anunció: <<¡Estoy aquí!>>. Hacía años, su madre solía recibir cientos de invitados en aquella mesa. Esa noche, como de costumbre, los únicos comensales eran Raven, su padre, Cocinera y sus hijos de cuatro años.

-¡Raven! - gritaron Calabaza y Pastel al unísono. Tenían el pelo naranja en honor al nombre de Calabaza y el rostro redondo en honor a Pastel.

-Hola, cocineritos – dijo.

-Te hice esto – dijo Pastel, empujando un trozo de papel por la mesa. Raven descubrió un retrato suyo hecho con los dedos en tonos morados y negros.

-¡Hadalucinante! ¡Gracias! – respondió ella.

El padre de Raven, el Rey Bondadoso, la besó en la frente cuando se sentó. Su barba, perfectamente cuidada, estaba empezando a tornarse canosa, y tenía la coronilla completamente calva, como si su pelo hubiera decidido hacerle sitio a la corona dorada que raras veces se dignaba a llevar. Tenía los ojos azul claro, y cuando sonreía, lo que sucedía a menudo, se aclaraban aún más.

Ever After High  El Libro del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora