Yo siempre lo recordaré como aquel niño de cuatro años y grandes ojos azules que me salvó sin saberlo.
Siempre la recordaré como La chica que lloraba tinta, con la cara manchada de ríos negros y los ojos más oscuros aun. En mi libro no dije su nombre: Mariela. Más tarde lo escribí en la última página de mi ejemplar. Y para nunca olvidarla, deje correr una lágrima de tinta en esa hoja.
Y para nunca olvidarle, deje correr la tinta en la última hoja de su libro, como ríos de llanto en un blanco rostro. Y debajo su nombre: Dario.
El chico que escribía con lágrimas.
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La chica que lloraba tinta.
ContoAquel fue el principio de una historia. No fue un principio digno, y no tuvo continuación hasta muchos años después. Fue, y es, tan solo una seria de acontecimientos aleatorios, que nos ayudaron a ambos. Y que cambiaron nuestras vidas.