—Kayla, ayúdame con estos ejercicios por favor.
Me acerco con una sonrisa sincera en el rostro. Hoy es mi día de descanso, y en momentos como este adoro ayudar a mi hermana con sus tareas, en especial porque mientras más aprenda, mejor expectativa de vida tendrá.
—A ver Lean, es una ecuación sencilla, te voy a enseñar una vez y luego tú haces las demás, ¿de acuerdo? —dije con una voz calmada.
—¡Ya! —dijo una muy entusiasmada Lean.
—Bien, si x+6=15, entonces el 6 que está en positivo pasaría al lado de 15 con...
—¡Negativo!
—Así es, entonces llegaría a ser x=15-6. Entonces, ¿cuál es el valor de x?
—¿9? —expresó con un tono dubitativo.
—Así es, la respuesta es 9. ¿Ves que en realidad era muy fácil? Ahora sigue con los siguientes.
—Eso es porque tú me los explicas. Sabes Kayla, yo creo que tú deberías ser profesora. ¿Por qué no estudias eso?
Aunque aquella pregunta fue inocente y con buena intensión, logra que me sienta un poco triste.
—Ya veremos luego Lean —le digo con una voz fingida de cansancio—. Iré a ver a mamá.
Empiezo a ascender por las escaleras, antes de que agregue algo más. Parece que Lean ha aprendido a oír mis conversaciones privadas con mamá.
La realidad es que deseo ser profesora, es una carrera que, desde que estaba en primaria, me llamó la atención. Pero éste no es momento para preocuparme en lo que yo quiero. Debo recordarme que deseo que Lean consiga lo mejor y por eso mis esfuerzos totales van hacia ella y su futuro.
.....
Han pasado 3 horas desde que estoy en la habitación de mamá, conversando y ayudándola en lo que desee. Aquel sentimiento de tristeza se pasó miestras conversábamos de otros temas. Nos encontrábamos hablando acerca de las medicinas que debía tomar para disminuir que sus músculos se atrofien, cuando un golpe en la puerta nos interrumpe.
—¿Si? —dice mamá en contestación a aquel toque.
—Ehmm, ¿puedo pasar?
Mamá y yo nos miramos y reímos.
—¿Cómo no vas a poder pasar hija? —responde mamá aún riéndose por aquella pregunta hecha—. ¿Desde cuándo no puedes verme sin pedir permiso?
—Oh es que, no sé.
Lean se une a nosotras riéndose, mientras ingresa a la habitación juntando tras de sí.
—Yo vine para preguntarle a Kayla si podíamos salir a dar unas vueltas. Ya terminé mis tareas y estoy aburrida... ¿Qué dices Kayla? Di que si —concluye suplicando y haciendo un puchero.
Veo en dirección a mamá y ella asiente moviendo la cabeza con suavidad.
—Vamos entonces —le digo.
Procedemos a bajar las escaleras en una especie de carrera que hacemos desde pequeñas, provocando que la casa se llene de carcajadas nuestras.
Salimos mientras dialogamos y reímos con las tonterías que decimos.
Al pasar por Claire's —mi trabajo, que en realidad no se encuentra muy lejos de casa— la veo inhalando el rico aroma de las galletas recién hechas, junto con un brillo en sus ojos característico de ella.
—Kayla... —empieza a decir, mientras percibo un sutil tono de súplica.
Sé lo que me pedirá, y me resulta gracioso que siempre empiece a hablar así cuando me va a pedir algo.
—¿Si? —respondo.
—¿Podemos comprar galletas, por favor? Sólo unas cuantas.
—No deberías ni preguntar —agrego riéndome— sabes que la misma Claire te tiene cariño y te regalaría la tienda entera si así se lo pidieras. Entremos.
Nos disponemos a entrar y nos sentamos en una mesa de al fondo. Pasados los segundos, una muy entusiasmada Claire se acerca y nos dice el típico saludo.
— Bienvenido a Claire's. Mi nombre es Claire y las atenderé hoy. ¿Desean algo de comer o de beber?
—No puedo creer que la propia dueña esté obligada a decir ese saludo —le digo entre risas—. Lean desea tus famosas galletas. ¿Verdad Lean? —pregunto señalándola con la mirada.
—¡Si! Si no es mucha molestia, claro...
—Bien, unas galletas para la pequeña Lean cortesía de la casa.
No pasan ni 2 minutos, cuando Claire se acerca con un plato repleto de galletas. No, repleto es muy poco para lo que trae este plato.
—Aquí tienen —dice Claire, dejando el plato en la mesa.
Los ojos de Lean brillan más, parece que no cabe en su felicidad y se dispone a empezar a comer todas esas galletas.
—¿No crees que es un número exagerado de galletas para una niña de sólo 9 años? —replico.
—Oh ¡para nada! —dice Claire—. A su edad, mi mamá me daba esa misma cantidad de galletas y mira como me encuentro, radiante y con muchos años por delante —concluye soltando una carcajada estruendosa.
Empiezo a sentir cómo la mirada de alguien se encuentra posada en mi, y me propongo voltear disimuladamente para ver de quién se trata.
Grave error.
Al parecer, voltear disimuladamente no se me da bien, pues noto que con la brusquedad de mis movimientos, aquel individuo empieza a reírse como si no hubiera un mañana.¿Qué hacía Santiago mirándome tan detenidamente?
Cuando siento que mis mejillas se pusieron rojas, él se levanta de su silla, apartándose de su mesa y acercándose a mi mesa bajo la mirada atenta de Claire y Lean, quien por nada del mundo deja de comer las galletas. Lo primero que logro distinguir es que, a diferencia de las veces anteriores, no lleva puesto algún traje. Al contrario, lleva una ropa tan casual como la mía.
No noto que ya está a mi lado, hasta que habla.
—Hola de nuevo, Kayla.
Espero que este capítulo les guste tanto como a mi. La historia recién está empezando y me agrada contar con su apoyo y ver que les empieza a gustar. Quiero dedicar este capítulo a IsabelleKPirelaN.
Nos leemos luego c:
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Un café para llevar
Подростковая литератураLa complicada vida de Kayla, se ve aún más difícil con la llegada de aquel nuevo cliente. Ella trabaja en una cafetería en donde acuden gente de dinero, para poder sostener a su familia, pues su mamá sufrió un accidente en donde quedó cuadripléjica...