La mañana es tranquila. Un día más en esta cafetería. Cuando cuentas con una madre discapacitada y una hermana pequeña a la que mantener, pensar en el trabajo deja de ser pesado.
Solía creer que la vida trae cosas buenas, como en los comerciales de navidad donde se ve a familias juntas y en armonía, disfrutando de su compañía mutuamente; sin embargo la realidad es distinta a como la pintan.De pronto se abre la puerta, con el característico sonido de la campanilla y deja ver a aquel hombre. Al parecer es nuevo por aquí, pues no recuerdo haber visto un rostro como el suyo anteriormente. Ojos marrones, nariz ancha junto con unos labios generosos.
Me acerco con cierto nerviosismo, para poder pedir su orden.
-Bienvenido a Claire's. Mi nombre es Kayla y lo atenderé hoy. ¿Desea algo de comer o de beber? -le digo, mientras le entrego el menú.
-Mucho gusto. Me encantaría probar algo de comer, pero estoy de pasada y deseo sólo un café expreso. Para llevar por favor -expresa devolviéndome la carta.
Tomo nota de la orden y procedo a efectuarla. Para cuando se la entrego, la coge y tan rápido como llegó, se retiró.
El día pasó como todos, sirviendo cafés junto con galletas, atendiendo a la gente un tanto aglomerada por su pedido.
Para cuando marcan las 6, que es el fin de mi jornada, me retiro a mi casa para atender mis responsabilidades.
En casa también es lo mismo de todos los días, llegar a casa y ayudar a Lean en sus deberes escolares para luego dedicarme exclusivamente a mi mamá.Mamá quedó cuadripléjica cuando apenas tenía 11 años, producto de una pelea con mi padre. Ella evitaba que él se fuera y logró aquello. Gracias a ello, tuve que dedicarme a ella y a mi hermana -de 2 años en ese entonces- para los gastos y lo demás, trayendo consigo verme en la necesidad de dejar los estudios y conseguir trabajos para lograr esto.
Mamá me recibe con una sonrisa en los labios, invitándome a pasar a su habitación. Le cuento acerca de mi día sin ninguna complicación y atiendo sus necesidades.
Para cuando termino, pongo mi alarma para mañana temprano y decido caer en los brazos de morfeo......
-¡Kayla! Atiende la mesa 4 por favor.
Suspiro. El día de hoy ha sido muy pesado. Me acerco con cautela a la mesa 4 para atender el pedido de quien sea que fuese.
Es él de nuevo.
Hace 2 semanas que apareció por aquí, pero esta vez al parecer sin apuro, mostrando una mirada enigmática y directa, con aquellos ojos que no pasarían de imprevisto para nadie.
Me acerco y digo mi típica frase de memoria.-Bienvenido a Claire's. Mi nombre es Kayla y lo atenderé hoy. ¿Desea algo de comer o de beber?
Trago saliva. Su mirada ahora demuestra emociones distintas, una mezcla entre sorpresa y sosiego al verme. Luego, esboza una sonrisa radiante.
-Creo que ya sabía que te llamabas Kayla -suelta con atrevimiento junto con una carcajada.
-Era de esperar, considerando que es la segunda vez que llega y sólo he sido yo quien lo ha atendido.
No quería ser grosera, pero nunca había hablado con algún cliente más de mi típico saludo y el pedido de regreso. En estos casos, no sé si seguir con la conversación o cortarla y hacer lo que vine a hacer.
-Supongo que no es necesario que me trate de usted. Aunque no lo creas, el traje y corbata no aumentan años -agregó con cierta picardía en la voz- y según calculo, tú no pasas de los 20.
-¿Si? ¿Vino a adivinar la edad de las meseras o a pedir algo de comer? Porque si deseas puedo llamar a Clar...
-No Kayla -dijo interrumpiéndome-. Si voy a pedir algo, sólo quería pasar un buen rato conversando. Pero veo que te disgusta así que sólo dame un café para llevar. Ah, sin azúcar.
Asentí con vergüenza.
No puedo creer que haya sido tan maleducada con alguien que ni siquiera conozco. Y se supone que debo ser amigable con todos.
No me queda tiempo de pensar cuando termino de poner el pedido para llevar en su bolsa de papel, y me acerco con toda la pena del mundo para entregárselo.-Esto es todo -digo, imaginando que estoy tan roja como el color tan encendido de su corbata, que resalta tanto en su traje negro impecable junto con su inmutable camisa blanca.
Le entrego el pedido y me doy cuenta que es más de lo que cuesta. Me apresuro a correr para alcanzarlo en la acera y cuando lo hago, lo sujeto del traje provocando así que voltee a verme.
-¡Hey! Este es el cambio -digo mostrando el sencillo que restaba.
-Bueno Kayla, mi nombre no es Hey, es Santiago. Y eso es de propina, en agradecimiento por la grata conversación. Hasta luego.
Me quedo perpleja al oír eso.
No le di una buena conversación, al contrario, fui grosera y tosca con mis palabras.
Su nombre es Santiago.
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Un café para llevar
Ficțiune adolescențiLa complicada vida de Kayla, se ve aún más difícil con la llegada de aquel nuevo cliente. Ella trabaja en una cafetería en donde acuden gente de dinero, para poder sostener a su familia, pues su mamá sufrió un accidente en donde quedó cuadripléjica...