Bueno, que tampoco planeo describir a pie de letra lo que hicimos (y deshicimos) aquella noche. Basta con decir que Rubén toco lugares en mí que yo no sabía que existían y no me refiero sólo a sexo (aunque si hubo mucho de eso, la verdad); me refiero a mí. Me enseño tantas cosas en una sola noche y, sobre todo, que del odio al amor SÍ hay un sólo paso.
Pero eso no lo sabía en aquella época así que cuando me levante la mañana siguiente, en los brazos del Rubius y cubierta con una fina manta blanca, lo primero que salió de mi boca fue:
— Mierda—
Cogí mis cosas con rapidez y en silencio. No quería despertar a Rubén, no quería afrontar las consecuencias de lo que había hecho.
Llegué a mi casa abatida. Tome una larga ducha y me preparé para dormir por horas… o días, quizás. El tiempo suficiente como para que Rubén olvide lo que hicimos.
Claro que no puedo esconderme del presente mucho tiempo y a las 3:57 p.m mi móvil comenzó a sonar. Era Guillermo.
— Aló, Willy, ¿qué pasa?—
— ¡Hola, guapa! ¿Dónde te has metido todo el día? Vegetta está enojadísi…
Comencé a escuchar blasfemias y la voz de Guillermo fue sustituida por la de Samuel.
— ¿Dónde estás, ______?— preguntó.
— En mi casa, Samu— respondí aguantando el bostezo.
— ¿Te sientes bien? ¿Qué haces en tu casa?— sonó realmente preocupado lo que me hizo reír. Era verdad, yo nunca estaba en mi casa más que después de una fiesta (y eso si tenía suerte). Usualmente me quedaba con algún amigo.
— Tenía sueño y… bueno, no importa. ¿Qué ocurre? ¿Tienen planes para hoy?— sí, soy una mentirosa, pero tampoco le iba a decir: ah, pues mira que me acosté con Rubén y me siento como una idiota. ¡Casual, bebé! ¿Nos vamos a emborrachar?
— Los chicos y yo iremos a casa de Mangel y Cheeto a beber un rato y jugar videojuegos, ¿te apuntas?—
Mangel… donde está Mangel está Rubén y donde está Rubén… ¡Oh, Dios, ni de coña!
— Em… no creo poder, Vegetta… tengo cosas que hacer— excusa pobre, me va a descubrir…
— ¿Me estás diciendo que no al alcohol gratis? Algo anda mal. Voy para allá enseguida— dijo firmemente. Mierda.
— ¡NO! Samuel, estoy bien, ¿vale? Sólo que… — vamos cerebro, funciona—, eh, iré de compras con las chicas.
Apenas aquello salió de mi boca me sentí como una estúpida. ¿De compras? ¿YO? FUCK. Escuche las carcajadas de Vegetta y Willyrex al otro lado de la línea.
— Linda, te espero en casa de Cheeto a las seis. No me hagas ir por ti, por favor. ¡Chau! — colgó.
Genial. Ahora tendría que enfrentar a Rubén Doblas.