El ser vendedor te deja buenas y malas experiencias, te enseña que las cosas más increíbles de este mundo pueden atravesar la puerta de tu local.
-¡Ah! ¡Mmmm! ¡Bu-buenas tardes!
Karamatsu dejó el atomizador junto a las macetas, no había escuchado la campana de la puerta.
-¿Si?
Busco con la mirada a su cliente pero no encontró nada, suspiro resignado pensando que la locura de Osomatsu se le estaba contagiando.
-¡Hola! ¡Quisiera comprar una flor!
Bien, ahora si estaba asustado. La voz provenía desde atrás del mostrador por lo que se acercó notando que unas orejas naranja oscuro sobresalían de la mesa y estas se movían, se inclino más observando a un pequeño ser con rostro humano pero cuerpo animal.
-¡A-ahhhh!
Se fue hacia atrás chocando con los carretes de listones y demás artículos de venta en su tienda.
-¿Porque todos reaccionan así? Soy un simple panda rojo.
Se lamió su pata delantera derecha para pasarla por su rostro.
-Di-disculpa, e-es solo que me has dado un susto de muerte...
-¡Resa!
-Resa-kun.
-Oh, bueno, no es la primera vez que reaccionan así, en fin, ¡señor florista! ¡Señor florista!
-Dime.
-Quiero una flor roja, para que el sepa cuanto lo amo y que el rojo siempre va a ser parte de su vida.
Aquello había flechado el corazón del florista por lo que asintió para desaparecer unos segundos y volviendo poco después para darle una rosa envuelta en plástico sumado a un bello listón rojo.
-Aquí tienes.
-¡Gracias!
Salto al suelo para volver a subir dejando una billetera sobre el mostrador tomando entre sus dientes la flor.
-¡Espero que con eso alcance! ¡Gracias señor florista!
Se sorprendió al ver la billetera en su mostrador y la abrió aguantando las enormes ganas de hecharse a reír.
-¡Karamachu! ¡¿Donde esta?! ¡Lo vi colarse por la ventana!
-Un panda rojo te asalto, ¿en serio Osomatsu?
-¡Ahhhh! ¡Maldita bola de pelos! ¡Cuando lo vuelva a ver me haré una bufanda con su cola!
-Tranquilo Osomatsu~ todo esta bien, no tomó ni un solo billete de ahí dentro, bueno, casi siempre esta vacía.
-¡Karamachu! ¡Que cruel!
-Lo siento, lo siento, ¿quieres quedarte a comer pay?
El de ojos carmín ni lento ni perezoso ya estaba caminando con rumbo a la cocina. Al llegar al pequeño lugar donde la vegetación era espesa comenzó a soltar chillidos llamando a su compañero de juegos a lo que este respondió bajando por el tronco del árbol.
-¡Tora!
Se levantó en dos patas para poner la rosa tras de sí.
-¿Que traes ahí Resa?
La cola del pequeño tigre se meneó observando con curiosidad a su amigo.
-To-Tora, quiero decirte algo.
Ambos habían sido sujetos de pruebas terminando con aquel aspecto que era, aterrador y algo de lo que alejarse, pero siempre estuvieron juntos y el panda rojo deseaba que así se quedara por siempre.
-¡Cásate conmigo! ¡Te amo Tora!
Extendió la flor hacia su amigo con un fuerte sonrojo y las orejas agachadas.
-Re-Resa... ¡si! ¡Cla-claro que si!
Tomó la rosa y se abalanzo sobre el panda lamiendo su mejilla.
-¡Es rasposa! ¡Es rasposaaaaaa!