#5. Sofía

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#lapoesíatienenombredemujer

Es una chica indescriptible, juega con juego y le gusta quemarse. Arde en el intento de ser feliz y sonríe cuando las espinas las lleva dentro. Y cuando menos sientes, las dispara cómo balas en forma de sonrisas.

Florece cuando la primavera a dicho adiós y es tormenta cuando los colores empiezan a brotar. Detesta las comparaciones, aunque siempre se ha parecido a una mirada que ve un atardecer. Tan triste. Tan nostálgica. Tan preciosa.

Es de las que se da cuenta que lo han tenido, cuando lo han perdido, y se pone a llorar como loca: con fuerza, con rutina y autodestructiva. Sigue con su mirada lo que ya no se perdió en el horizonte.

Cuántas veces tuvo que partirse la boca por un beso que ya le había dicho adiós.
Cuántas veces tuvo que partirse el corazón por un corazón que había convertido el suyo el rebelde.
Cuántas veces tuvo que mirar atrás, tan solo para darse cuenta de cuánto lejos se encontraba de lo que un día vivió. De lo que un día fue.

No fue el amor que la cambio, fue el darse cuenta de que el otro jamás la había amado. Que sólo había jugado y que había caído en sus azes bajo la manga.
Se convirtió en una chica fría, tanto que es posible que te congelé el corazón y que, después de ella, nunca vuelva a sentir igual. Jugarán con su corazón virgen y puro, para convertirlo en uno cortante y suicida.

Un día jugó a morir con metanfetaminas y solo se produjo a sí misma infinitas risas. Quería morir en aquellos brazos. Quería que los brazos significará su ataúd, su tumba y su prefacio. Quería irse a aquel momento. Rezó tan fuerte que una tormenta estalló del otro lado del mundo y la cuidad ardió en llamas.

En el pelo lleva enredados muchos atardeceres en los que ha muerto, pero también lleva amaneceres que la han visto despertar inmortal.

Así es ella: inmortalmente fuerte, aunque a veces, una mirada, sonrisa o voz, la hace temblar

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