Chapter 12

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Regresamos del bosque y cada quien se marchó a su respectiva casa. Yo necesitaba cambiarme de ropa y descansar aún sabiendo que dormí hace unos minutos.

Me tire en la cama y sentí un aroma masculino y familiar. Fue donde me di cuenta que no le regrese la chamarra a Edward, iba a quitármela pero realmente no podía, pues olía riquísimo, olía a él. Y no malinterpreten el asunto que me gusta su colonia, pero los perfumes para hombre huelen tan masculino y es algo que me encanta, aparte de que la colonia que Ed usaba lo escogí yo. Cambie mis jeans por unos pantalones holgados y así sentirme más cómoda.

Baje a la cocina y puse un par de rebanadas de pan en la tostadora. Mi celular empezó a vibrar, y lo saqué del bolsillo. Tenía una llamada entrante de Ed.

— ¿Hola? — dije aceptando la llamada.

— Hailes, creo que deje mi sudadera en el bosque. ¿No recuerdas donde la dejé? — pregunta.

— Mono descerebrado, me lo diste ayer porque tenía frío. Por cierto, huele delicioso. ¿La quieres?

— No, no.

— Que bueno, aun así no te la iba a dar. Voy para allá.

Colgué y metí el celular, de nuevo, a uno de los bolsillos de la chamarra. Tome las rebanadas de pan al igual que las llaves de la casa para salir de allí. Camine hacia la casa de Ed, atravesando un parque.

Este parque nos quedaba de paso en la primaria pues habían 3 caminos por tomar, yo tomaba el de la derecha para ir a mi casa y Edward el de la izquierda para ir a la suya.

En la salida nos tomábamos unos minutos para jugar y yo siempre escogía las escondidas. Él empezaba a contar y mi escondite era atrás del árbol de maple. De tal árbol de maple donde practicaba tranquilamente mis canciones favoritas y me desposaba de todo lo que me preocupaba bajo la sombra que el árbol dejaba.

Y un día, cuando estábamos en secundaria, empezamos a correr uno tras el otro, Ed se subió a la orilla de la fuente y, al querer atraparlo, se alejó y dio un mal paso haciendo que cayera dentro de este, entonces él me agarro de la cintura y me empujó a la fuente, llegamos a la casa todos empapados y al día siguiente, estuvimos enfermos por lo que estuvimos en casa, viendo películas.

Un perrito se cruzó en mi camino y podía notar que no había comido desde hace unas semanas. Decidí darle una tostada que llevaba y me hizo sonreír cuando su cola empezó a moverse como efecto de alegría.

Llegué a la entrada de la casa de Ed y toco la puerta dos veces. Escucho unas risas en la sala antes de que la puerta se abra, revelándome a Ed con el cabello muy despeinado.

— ¿Está el pequeño demonio en casa?— Asiente, arreglando su cabello— Voltéate — ordené.

El se giró y sacudí mis manos para descartar migajas de tostada en mis manos. Salte a la espalda de Ed y él me toma de los muslos.

—¡Holaaaaaaaaaaaaaa! — grite en su oído.

Reí al igual que él. Entramos a su casa pero una figura delante de nosotros hace que paremos de caminar, o que Ed pare de caminar, de hecho.

—¡Yeeeeeei! ¡Ya son novios! —escucho una ligera vocecita.

—¿Qué tal, pequeña demonio? — preguntó.

Su hermanita estaba dando pequeños aplausos.

—No Nina, seguimos siendo los mejores amigos que siempre hemos sido—dice Ed a su hermanita.

—¿Y cuando lo van a ser? Voy a estar grande y no pode verlos casase así que apúdense —dice la pequeña indignada, desaparece de nuestro camino para dirigirse de nuevo a su programa en la sala de estar.

— ¡Llévame a tu cuarto, esclavo!

— Me maltratas — dice, subiendo las escaleras.

— Pero con amor.

Abre la puerta como puede y me deja sobre su cama.

— Voy a tomar algo de agua, ahora vengo — exclamo, antes de salir de su cuarto.

Ha pasado un largo tiempo desde que vine a su casa por última vez, o a su cuarto para ser precisos.

Me levanto y recorro las repisas chocolate que están a un lado de su escritorio.

Encima hay discos y libros de los cuales algunos de ellos comparten el mismo gusto que tengo.

Tomo de su lugar el disco de The Neighbourhood llamado I Love You y presionó play cuando lo inserto en el estéreo.

Suena Sweater Weather y aprovecho de que Ed no está presente en el cuarto para poder cantar. No canto a menos que esté sola.

Use the sleeves of my sweater
Let's have an adventure
Head in the clouds but my gravity's centered
Touch my neck and I'll touch yours
You in those little high waisted shorts, oh

Bailaba y cantaba aunque no fuera la mejor. Encontré la guitarra de Edward en la esquina de su cuarto y la tome. Marqué los acordes y me dejé llevar.

She knows what I think about
And what I think about
One love, two mouths
One love, one house
No shirt, no blouse
Just us, you find out
Nothing that wouldn't wanna tell you about no

La he practicado unas cuantas veces y me sale mejor que antes. Cierro los ojos y sigo moviendo mis labios y manos al ritmo de la canción.

Cause it's too cold whoa
For you here and now
So let me hold whoa
Both your hands in the holes of my sweater

— Era hora de que me dejaras escuchar tu voz — dice Ed llegando al borde de la cama con un tazón lleno de palomitas dentro.

—No quería que quedaras con traumas —digo dejando a un lado la guitarra.

— Cantas bonito.

—No es así - dije, lanzando una palomita a su rostro. — Tú cantas bonito, esas clases de música sirvieron de algo.

— ¡No desperdicies la comida! — grita el dramático de mi mejor amigo —¿Sabes cuántos quieren disfrutar de una delicia así?

—Solo fue una palomita, dramático —hablo restándole importancia.

—Hablaba de mí — dijo haciendo que me atorara con una de las palomitas.

Estalle de la risa después de que pudiera dejar de toser por la palomita en mi garganta.

—Sigue cantando —me sugiere. —Quiero escucharte.

—No, no vine a cantar.

—Te dije que no me regresaras la sudadera — dice, dejando el bowl de palomitas en su escritorio. Se acercó al estéreo y le bajo volumen a la música.

—Tampoco vine a eso — me acomodo en su cama y me cubro con las sábanas.

—¿Entonces?

— Solo quiero dormir.

—¿En mi cama? — cuestionó con una sonrisa burlona en su cara.

—Si, cállate que quiero dormir. Ese perfume realmente huele delicioso.

Cierro los ojos y siento como se recuesta a mi lado. Le doy la espalda pero pone un brazo detrás de mi cabeza, me giro quedando frente a él y me acomodo en sus brazos.

— Te quiero... — deje la palabra en el aire.

—Yo también — contestó.

—Asesinar — dije con una inocente sonrisa.

—Mejor duérmete.

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