Fruto Prohibido

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*¡Hola! Hace rato que no andaba activa por aquí. Este capítulo se me vino a la mente gracias a esta canción así que les recomiendo que también la escuchen. Espero que les guste, no es muy largo pero es efectivo jajajajaja.*

DISFRUTEN SU LECTURA...


"A veces dicen que el amor que se ve inalcanzable es el más peleado y no por la perfección que uno idealiza en él, sino por el peligro que le rodea..." 

~Mar


Los rayos del sol entraban a la inmensa habitación de la primogénita producto del matrimonio conformado por Mónica Belmonte y Esteban San Román. Fabiola San Román Belmonte era una chica de 20 años con muchos sueños por cumplir y una gloriosa vida llena de lujos y excesos que sus padres solventaban.

Estudiaba en la Universidad "Le Belmont" rodeada de muchas alumnas justo como ella, adineradas y superficiales. Sin embargo, entre todas ellas, había una muchacha de clase media que se había convertido en la mejor amiga de Fabiola, María Fernández.

María era una chica de clase media que nunca, ni en sus sueños más locos, imaginó estudiar en una universidad tan cara. Su padre, Servando Fernández era un simple mecánico que no contaba con estudios ni solvencia económica. Su madre, por otro lado, fue una mujer de dinero que la abandonó junto con su padre desde el día en que nació y que, gracias a su remordimiento, poco antes de su muerte había destinado una fuerte cantidad de dinero para los estudios de su "no reconocida" y única hija.

Ambas chicas se habían conocido dos años atrás cuando ingresaron al primer semestre de la carrera de Administración de Empresas y desde el primer momento tuvieron un clic inexplicable. Desde ese momento, María y Fabiola se habían convertido en grandes cómplices que compartían todo, desde los éxitos hasta los fracasos y disfrutaban de compartir el mayor tiempo posible juntas.

Su amistad era tan grande que, con tal de ayudar a su casi hermana, Fabiola le pidió a su padre que le diera trabajo en las empresas San Román, justamente cuando se quedó sin secretaria en lugar de dárselo a ella, pues sabía perfectamente que ella sería la heredera de un paquete de acciones y su amiga necesitaba una oportunidad para crecer en ese complicado mundo empresarial. Sin embargo, no tenía la menor idea de lo que eso desató...

–Buenos días, dormilona –saludó María con humor.

–¡Buenos días!, ¿cómo amaneciste?

–En tu casa siempre duermo muy bien –le sonrió.

–¿Te parece si desayunamos? –Se incorporó en la cama. –Hoy tenemos muchas cosas que hacer.

–Lo siento, Fabi pero tu papá me pidió que fuera a las empresas a hacer varios pendientes y no voy a poder ir contigo a hacer las compras.

–¡Vaya! Ahora resulta que tú ves más a mi papá que yo –irónica.

–¿Te molesta? –Curiosa.

–No... pero me parece un abuso de su parte, ¡se supone que eres su secretaria no su esclava!

Si supieras, pensó. –No, claro que no soy su esclava –sonrió–, pero ha tenido mucho trabajo y pues me ha necesitado. Además, no te había dicho pero me subió de puesto.

Sorprendida. –¿De verdad?, ¿qué eres ahora?

–Su asistente personal –divertida. –¡Eso no es un ascenso, Mary! –Contestó burlona su amiga–, es lo mismo pero con otro nombre.

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