Premio: One-shoot
Pairing: AG
Autora: Hikaru
Premiada: Ale—No os alejéis de mi.
Asintieron.
—No habléis con nadie, no os entenderán.
Asintieron.
—No tengáis miedo, la gente que vais a conocer es un poco extraña.
Asintieron.
—Y tenéis terminantemente prohibido decir mamá, llamadme como queráis menos eso.
Y volvieron a asentir.
—Bien, ahora cojeos de la mano, vamos a salir.
Los niños le hicieron caso. Desde que salieron de Japón estaban inesperadamente obedientes. Al salir una fuerte brisa los azotó.
—¡Woah! ¡Huele diferente!
Los niños salieron del avión sin soltarse de las manos. Afuera les esperaba un grupo de seis extrañas personas más algunos hombres vestidos de negro que rodeaban el lugar. El rubio que estaba en el medio se acercó y se agachó a su altura.
—Bienvenidos pequeños.
El castaño retrocedió unos pasos y se escondió tras sus hermanos. Al ver el miedo del castaño, Kyoya decidió acercarse al hombre.
—Lo primero, no te acerques a nosotros, lo segundo, si vuelves a llamarnos pequeños te morderé hasta la muerte, herbívoro.
El rubio retrocedió ante la agresividad del azabache.
Jodidamente idéntico a Alaude.
—Bueno... ¿Entonces cómo quieres que os llame?
—No nos hables.
Deprimido, el hombre se rindió.
—Mocosos, venid aquí.
El primero en correr a los brazos de Alaude fue Tsuna. Tanto el otro rubio como los demás presentes estaban sorprendidos.
—¿Ves a aquel idiota? Ese hombre es bueno. ¿Por qué no vas a hablar con él?
El pequeño asintió y corrió con timidez hacia el rubio que lucía emocionado.
—Hola señor, me llamo Tsuna.
—¡Qué lindo! —exclamó— Tsuna-kun es el niño con el que hablé por teléfono, ¿no? Yo soy Giotto, la pareja de Alaude.
Tsuna frunció el ceño.
—Eres feo.
Y así fue como la poca dignidad de Giotto fue destruída.
—¡Mami Alaude no es tuyo!
Fueron segundos pero parecieron horas de profundo silencio. Fue entonces cuando al fin, alguien lo rompió.
—JAJAJAJAJAJA
—Pfff... Lo acaba de llamar...
Todos comenzaron a reírse y Alaude frunció el ceño mirando al menor.
—Te dije que no me llamaras mamá, Tsunayoshi.
El niño se encogió de hombros.
—Por eso te he llamado mami.
Bueno, no podía negar que tenía razón. Los guardianes de Giotto seguían riendo sin parar.
En otro lugar, el jefe de todos ellos se encontraba, sin alma, sentado en posición fetal murmurando.