Capitulo IV ─ 「 sɪʟᴇɴᴄɪᴏ 」

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Sherin mantuvo la palidez de su rostro durante la primera media hora de soledad contra la que se vio obligado a lidiar. Airín había bajado las escaleras de madera para subir más agua caliente, o eso había dicho. La cuestión era, que el joven no había escuchado ni un susurrado ruido, ni un simple quejido de madera... Nada, y eso le hacía sospechar que no había vida en esa casa además de la suya propia.

Miró por la ventana, porque después de recibir un inesperado golpe, prefería actuar con más astucia la próxima vez, en lugar de dejarse llevar por sus estúpidos impulsos. Era consciente de que debía conocer a su atacante antes de volver a enfrentarla o sabía que podría acabar sin rastro de pulso en un abrir y cerrar de ojos. Esa mujer era imprevisible en absolutamente todo y Sherin la temía en demasía.

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Aprovechando que no había visto absolutamente nada extraño en el exterior, se quedó pegado a la ventana, de rodillas y con los brazos apoyados sobre la diminuta repisa, cargando sobre las manos su cabeza durante demasiado tiempo. Se sentía relajado. Por primera vez en menos de dos días, se sentía tranquilo, disfrutando del anochecer y los cálidos colores que, el anaranjado sol, otorgaba a la naturaleza que rodeaba aquella vieja casa.
Iba a ser la primera noche que pasaría con ella siendo consciente, y temía cada minuto, incluso imaginarlo.

Ojalá no vuelva. Necesito sentirme seguro un poco más... Necesito respirar sin miedo de hacer demasiado ruido. Necesito dormir sin necesidad de mantener un ojo abierto para vigilar en caso de peligro...

Necesito vivir mi vida de siempre.

Empezaba a auto-destruirse demasiado, y a temerse a sí mismo incluso más que a la mujer. Era tal el grado de psicosis que tenía, que incluso estando solo y sin haber rastro de Airín, sus manos temblaban de manera incontrolada, y el hecho de que su camiseta aún estuviese húmeda, no ayudaba nada. A pesar de ello, podía sentir la calidez del exterior a través del cristal y eso le recordaba lo vivo que aún estaba.

Disfruta del momento, Sherin. Disfrútalo bien, que no sabes cuándo habrá una próxima vez.

Se forzó a sonreír, recibiendo la anaranjada luz a través de sus ahora cerrados párpados, disminuyendo poco a poco el nerviosismo que su mente transmitía constantemente a su cuerpo, pero cada vez que llegaba a un estado cercano a la plena tranquilidad, un calambre atravesaba cada centímetro de él y la ansiedad regresaba.

Fue haciéndose poco a poco consigo mismo y con su mente. Imaginando que estaba en la pequeña casa de campo de sus padres, donde había creado los mejores recuerdos de su vida desde pequeño; Vacaciones en familia, juegos y risas constantes con su primo de su misma edad, primera y última vez con una chica, la pérdida de su virginidad junto al que había sido su pareja dos años continuos...

Había tenido una vida realmente feliz y relajada, a pesar de que sus padres se arruinasen. A pesar de haber sido un cobarde toda su vida y ni siquiera ser capaz de asumir socialmente su homosexualidad. Varias veces se había topado con el pensamiento de que esa era la causa de que se encontrase en una sucia, vieja y fría buhardilla, ajeno a todo lo que pudiese o no ocurrir fuera de ella, cohibido de sonreír e incluso respirar.

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Se apartó de la ventana, totalmente somnoliento, y se acurrucó sobre los fríos tablones de madera, colocándose de lado y usando ambas manos como apoyo para la cabeza. A medida que se replanteaba su vida y daba con posibles errores de su envidiable pasado, fue quedándose dormido, gracias a ese débil calor y ese delicioso silencio que lo acompañaban desde hacía ya un rato.

Dos horas en un estado de paz absoluta no podían ser posibles. Sherin no paraba de moverse de un lado a otro, hiperventilando en sueños como si se le fuese la vida en ello.
Plasmaba fugazmente lo que estaba viviendo el joven que corría dentro de su mente, a través de calles que no conocía, cargando su pesado abrigo vaquero y huyendo de un afilado cuchillo y una femenina y dulce risa constante.

En lugar de gozar de una oportunidad única para descansar y simular su antigua rutina, el miedo que aún residía en él se había encargado de evitar que Sherin olvidase el papel que interpretaba en la actualidad. Ahora no tenía poder de decisión, no tenía libertad para nada. Airín tenía poder sobre él incluso cuando no estaba cerca.

El joven abrió los ojos apurado, atemorizado por aquella pesadilla que no parecía tener un fin estimado y se llevó las manos al rostro, cubriéndolo plenamente.

Esto es un sinvivir. Socorro...

Con total desesperación, rompió a llorar, introdujo los dedos en su cabello y lo alborotó, mientras pateaba los tablones de madera. Se levantó, ojeando lo que le rodeaba y con rabia golpeó todo lo que encontraba a su paso, al menos hasta donde las opresoras cadenas le dejaban llegar. Cuando quiso parar, una punzada de temor recorrió su interior.

Si Airín vuelve y ve esto...

Se dejó caer sobre sí mismo, quedando de cuclillas y escondiendo la cabeza entre sus piernas. No podía continuar así. Tenía miedo de absolutamente todo, no podía pensar con claridad, se había vuelto impulsivo y paranoico. Gritó con fuerza y desesperación, quería salir de ese lugar. Despertar y encontrarse en su dormitorio. Que todo hubiese sido una eterna y horrible pesadilla.

Unos estridentes aplausos interrumpieron el grito de Sherin, dejándolo sin rastro de aliento y obligándolo a descubrir el rostro y dirigir la mirada a la puerta.

Maravillosa interpretación, Sherin. Veo que te lo has estado pasando muy bien en mi ausencia―.

Airín miró al joven a través de la puerta entreabierta, con una sonrisa terrorífica plasmada en los labios y unas evidentes e irrefrenables ganas de jugar con él.

Muy bien. Juguemos―.

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✎ Esta vez quise contar un poquito de la historia de Sherin, para que vayáis conociéndolo individualmente. Deseo que os haya gustado.

✎ Espero vuestros votos y comentarios; opiniones, correcciones, críticas... Lo que deseéis.

✎ Muchas gracias por leer la historia y apoyarla. ♡


¡Nos vemos en el quinto capítulo!

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