Capitulo III ─ 「 ᴇɴғʀᴇɴᴛᴀᴍɪᴇɴᴛᴏ 」

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Habían transcurrido alrededor de tres horas, desde que Airín había confesado a Sherin, un inicio del motivo por el que lo había capturado y encerrado en aquella fría y vieja casa de madera. El joven no había sido capaz de escuchar ni un ruido, desde su salida por la puerta minutos después de llamarle "juguete", y las estrategias de escape habían sido infinitas, pero a medida que se formaban en su mente, las iba desechando con la misma velocidad.

Airín había planificado todo a la perfección, y a Sherin le resultaba extraño que tan sólo le hubiese llevado unas horas encajar cada detalle. Lo que estaba claro, es que lo había secuestrado para hacerlo sufrir.

Había encadenado sus tobillos con grilletes, pero el resto de su cuerpo mantenía cada posibilidad de movimiento, la cadena que lo sujetaba recorría la distancia perfecta, porque si caminaba hasta la puerta, faltaba tan sólo un metro de recorrido para alcanzar el pomo. Era una torturadora en toda regla y el joven se sentía totalmente frustrado.


¿Qué mierda he hecho yo para encontrarme con esto?


Pateó la bandeja repleta de comida que la mujer había dejado junto a él, derramando el caldo sobre los tablones de madera del suelo y soltando un desgarrador grito. Comenzó a tirar de las cadenas con las manos e incluso intentó introducir los dedos entre sus tobillos y los grilletes.

¡¡Joder!! ¿Qué clase de mierda es esta? ¿Tengo que cortarme los pies para escapar?― Sherin reprimió las ganas de llorar y reír al mismo tiempo. Se sentía el protagonista de una versión casera y mala de Saw que aún no llegaba a asumir. Parecía un chiste malo carente totalmente de humor, y estaba empezando a perder la cordura, o lo que le quedaba de ella.

De un momento a otro, y en mitad de su ataque de ansiedad, escuchó un ligero golpe y el sonido fino de unos zapatos golpear los tablones. Estaba claro, Airín había vuelto a casa y ahora sí, estaba acabado.
Repasó la estancia con la mirada, asaltándole la vaga idea de lo que sería capaz de hacerle si encontrase toda la comida esparcida por el suelo, por lo que se arrodilló, estiró las mangas de su camiseta blanca y comenzó a frotar el suelo con los brazos. La humedad y el miedo, provocaban a su cuerpo constantes escalofríos, y tal y como era su situación, no sería capaz de entrar en calor.


Quizás si enfermo, me muera y sea mejor para mí que permanecer con vida junto a esa puta loca.


Abrió los ojos, asustado por haber llegado a una conclusión tan estúpida, e inmediatamente comenzó a llorar en silencio, mientras seguía frotando con más y más rapidez el viejo suelo.

¡Bebé! Estoy llegaaando...― Escuchó decir a la mujer con cierto tono cantarín, mientras subía por las escaleras ―Voy a entraaar...

Sherin dejó de limpiar rápidamente, sacudiéndose las mangas con el objetivo de disimular la suciedad y humedad que había adquirido la prenda. Estaba desquiciado, pero debía mostrar seguridad y calma cuando ella entrase por la puerta, así que inhaló y exhaló con profundidad repetidas veces, hasta que el crujir de la puerta le cortó la respiración.

Mmh...― Airín no dijo nada más, simplemente se limitó a caminar en dirección al joven. Se acuclilló junto a él, recogiéndose ligeramente el largo vestido de algodón y le miró, apoyando la barbilla en el hueco de sus rodillas juntas ―¿Qué es este desastre, Sherin? ¿Acaso cocino mal?

El joven negó con la cabeza, tembloroso. No era capaz de contestar con sinceridad a tal pregunta, pues ni siquiera había catado el caldo. A pesar de ello, la mujer le observó unos segundos más antes de levantar del suelo el cuenco y, percatándose de que aún contenía líquido en su interior, se levantó del sitio, alzándolo con ella, y vertió cada gota restante sobre la cabeza de Sherin, empapando y ensuciando su cabello. Humillándolo como ella creía que merecía.

Para la próxima, contrólate y come, o no seré tan benevolente― recogió la vajilla del suelo y se encaminó hacia la salida de la buhardilla ― Por cierto... No lo hice yo― soltó una profunda carcajada y salió por la puerta, cerrándola tras de sí y asustando aún más a Sherin―.



Sabía que regresaría y debía estar preparado para ello. Para enfrentarla, para hablar de una maldita vez en lugar de quedarse callado y parecer un cobarde. Iba a enfrentarla, tenía que hacerlo.

Permiso...― Airín pateó la puerta y la abrió poco a poco, con dificultad. En cada una de sus manos, cargaba un pesado y humeante cubo. Sherin siguió sus pasos; cómo cerraba la puerta de nuevo con su pie, cómo recorría la estancia, cómo vertía el agua en una bañera independiente de hierro fundido bastante antigua y cómo finalmente se dirigía hacia él, con una sonrisa en los labios ―Siento lo ocurrido, pero no puedo permitir que seas tan grosero. Mi padre siempre decía, que había que tener mano dura ante las desobediencias―asintió con la cabeza, convencida de su realismo―.


¿Necesitas dinero y por eso estoy aquí? Si es así, deja que se lo pida a mis padres. Estoy seguro de que lo harán dijo Sherin exaltado―.

Airín le miró sorprendida, pero rompió a reír de inmediato. No podía creerse que el joven se hubiese atrevido a suplicar, no parecía para nada un chico así cuando lo vio por primera vez ser constantemente el centro de atención en su grupo de amigos.

¿Crees que hago esto por dinero? miró a Sherin sin aún poder creerlo―Tengo demasiado dinero como para pedirle a unos pobretones como tus padres que me paguen por ti, bebé.

Aquel comentario había herido por completo el orgullo de Sherin. Una vez más lo había hecho sentir patético, llegando a humillarlo tres veces en un mismo día. A pesar de ello, sus ansias de ser libre se habían desbocado.

¡Entonces, deja que me vaya! Juro que no diré nada...―.

Inmediatamente, un fuerte chasquido recorrió las cuatro paredes de la buhardilla y se hizo el silencio nuevamente. Sherin se llevó la mano a la mejilla, presionándola para aliviar el dolor de aquel golpe que Airín no había dudado en propinarle.


¿Sabes? hablas demasiado, pero dices muy poco ― la mujer respiró profundamente y, sin que Sherin lo esperase, sonrió haciendo de ese momento una tontería ―Voy a calentar más agua. No se te ocurra escapar... ― rió para sus adentros y salió por la puerta, asegurándose de que el joven siguiese auto-torturándose mentalmente en su ausencia ―.




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✎ He actualizado antes de lo previsto, porque tenía muchas ganas de continuar. Espero que la semana que viene, ocurra del mismo modo, hahaha.

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                                  ¡Nos vemos en el cuarto capítulo!

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