La primera reacción de Sherin fue intentar ponerse de pie. Desafortunadamente, la cadena se había enredado a su otro pie y antes de ser capaz de levantarse, cayó de rodillas y apoyó ambas manos en el suelo, evitando así caer de morros.
Airín rompió a reír, rodeando y presionándose los brazos alrededor del estómago, al mismo tiempo que apoyaba la frente en el borde de la puerta, ridiculizándolo más de lo que su propia torpeza lo había hecho.
—¿Cómo puedes ser tan patético, Sherin?— la mujer se separó de la puerta y camino hasta toparse con el cuerpo ajeno, para entonces agacharse y acariciar su mejilla—No está bien que des tanta vergüenza―.
Sherin la miró como si no pudiese creer que ella se atreviese a decirle algo así, olvidándose por un momento de que no estaba allí por voluntad propia, ni porque le resultase normal ser víctima de secuestro. Los ojos le lagrimearon y Airín, sutilmente, presionó ligeramente los ojos de Sherin con sus dedos para así secarle las lágrimas que aún no habían llegado a brotar.
—¿Te he ofendido, bebé? No era esa mi intención— Una nueva risa salió de los labios de Airín, causando tal efecto negativo en el joven, que lo único que hizo fue agachar la cabeza.
—No no no...— La mujer hundió los dedos en la barbilla de Sherin y le levantó la cabeza, obligándolo a mirarla—Es hora de jugar, pequeño. Que no se te olvide—dijo con cierta diversión en la voz.
Sherin tragó saliva, más asustado que cuando vio a Airín a través de la puerta aplaudiendo y disfrutando la escena que él acababa de armar. La mujer se levantó y dio pequeños golpes a sus propias piernas, como si sacudiese el polvo de su vestido color carmesí.
—¿Qué... —el joven inhaló y exhaló el aire en busca de valentía—qué vas a hacer conmigo?―.
—Shh... No preguntes—.
La mujer se alejó de su asustadizo y tembloroso "juguete", avanzando en dirección a la pared en la que estaba enganchado el último eslabón de aquella cadena, que mantenía casi inmóvil a Sherin gracias a una argolla gruesa de acero inoxidable perfectamente atornillada. Se llevó las manos al cuello del vestido y tiró de la pequeña cadena que se escondía en el interior y de la que colgaba una llave.
En cualquier situación similar sería un riesgo absoluto desencadenar al joven, pero estaba tan asustado y Airín era tan consciente de la cobardía que residía en él, que la idea le fascinaba.
Introdujo la llave en el gran candado e inmediatamente la cadena cayó al suelo, emitiendo un chirriante sonido que fue una verdadera bendición para los oídos de la mujer.
Volvió a introducirse la llave por el vestido y caminó pausadamente hasta la puerta, mientras Sherin se giraba con temor y duda hacia la pared que había sostenido su cansado peso durante horas.
—Estas son las reglas del juego— carraspeó exageradamente y prosiguió —Tienes cinco minutos para encontrar la salida. Si en ese tiempo no has conseguido salir de esta casa y consigo dar con tu paradero, permanecerás fuera toda la noche, atado como el perro inútil que demostrarás ser. ¿Lo has entendido?―.
―S-sí...― contestó Sherin, tembloroso y esperanzado.
La mujer comenzó la cuenta regresiva alzando la voz, mientras se escuchaba cómo bajaba los escalones uno a uno, sin prisa alguna. Sherin ni siquiera se había levantado aún del suelo, y aún temía si era correcto hacerlo, por si resultaba ser una estrategia de Airín para librarse de él de una vez por todas.
La cuenta ya llegaba a su fin, pues cada vez era más difícil escuchar los pasos de Airín y eso significaba que se terminaban los escalones, por lo que Sherin se levantó con rapidez, dándose cuenta de que debía cargar con las cadenas todo el tiempo y que su velocidad sería muy limitada por las ataduras de sus tobillos. Recogió rápidamente la cadena, sin preocuparse del ruido que estaba haciendo, las sostuvo entre sus brazos y corrió hasta atravesar la puerta.
Estaba muy oscuro, pero gracias a que el joven llevaba muchas horas sin apenas luz, su vista se había acostumbrado tanto, que era capaz de vislumbrar parte de lo que la oscuridad escondía.
Bajó los escalones aferrado por completo a las cadenas, para que ningún eslabón emitiese algún sonido que lo delatase, pero no contó con los chirriantes sonidos de la madera, y eso que Airín le había concedido el privilegio de tenerlo en cuenta cuando ella bajaba.
Consiguió llegar al segundo piso y ya estaba sumergido totalmente en la ansiedad, ¿cómo conseguiría bajar a la planta baja?
―Corre bebé, se te acaba el tiempo―.
La voz de Airín se escuchaba por toda la casa, como si se encontrase en cada centímetro al mismo tiempo, lo que provocó tal pánico y tensión a Sherin, que dejó de pensar y corrió escaleras abajo, buscando la puerta de salida, iluminada y sin pérdida, gracias a dos ventanales situados a ambos lados. Sherin pudo ver que un candado mantenía la puerta principal totalmente inhabilitada para él, así que en su lugar, se acercó a una de las ventanas, dejando caer la cadena al suelo e intentó abrirla repetidas veces, pero estaba sellada. Hizo lo mismo con la ventana contraria, pero la situación era la misma.
―Maldita zorra... ― dijo el joven al mismo tiempo que impactaba su puño en el cristal.
Se agachó para recoger la cadena, pero inmediatamente la volvió a soltar de mala gana. Se daba por vencido y debido a la rabia, dejó su cobardía a un lado.
―Sabes qué, Airín... ¡Se acabó! No pienso correr, no pienso buscar nada y no pienso hacerte caso ni una puta vez más. Eres una zorra fría y calculadora, y juro que, aunque sea lo último que haga, te haré pagar por esto― añadió Sherin, apretando sus puños con furia.
De nuevo unos aplausos y una estruendosa carcajada rompieron los esquemas de Sherin. Airín estaba realmente cerca del joven y un atisbo de terror volvió a inundarlo. Giró sobre sí mismo, buscando la figura de la mujer entre tanta oscuridad, hasta que reconoció la esbelta silueta acomodada en el viejo salón a unos pocos metros de sí mismo.
Airín se levantó del mullido sofá y sin dejar de aplaudir, se fue acercando a Sherin, permitiéndolo observar con más detalle la expresión de su rostro, dándose cuenta de que no estaba cabreada, no parecía aterradora, sino relajada y divertida, y era justo lo que realmente lo asustaba. Hizo amago de recular, pero queriendo parecer osado, se mantuvo quieto a la espera de que ella le alcanzase.
―Estás aquí para jugar conmigo, ¿pero te has cansado de jugar? ― Dijo ella sin dejar de acortar distancia―.
―Estoy aquí porque tú quieres jugar conmigo, no porque yo lo quiera―.
―Verás, bebé... No eres consciente de que, si te rindes, pierdes ―Airín sonrió con picardía― Lo que quiere decir que... estás jodido―.
La mujer introdujo los dedos en el cabello de Sherin, y con firmeza lo empujó contra el frío suelo, agachándose rápidamente para coger la cadena y tirar de está. El joven suplicaba histérico a medida que iba siendo arrastrado por el frío suelo hasta la puerta trasera de la casa, pero Airín estaba disfrutando y la regresiva cobardía de Sherin sólo incrementaba la frialdad de sus actos.
La puerta fue abierta y el joven llevado al exterior a base de tirones de cadena. Era impresionante la fuerza que ella escondía, pues a pesar de sentirse cansada, era imparable y estaba consiguiendo sin siquiera despeinarse, arrastrar sesenta kilos a través de un suelo inestable cubierto de piedras y hierba alta.
Rodeó el poste de madera que haría de sujeción creando un nudo con la cadena, y la enganchó a una nueva argolla situada y clavada en plena tierra.
―Por favor, no me dejes aquí― Suplicó Sherin nuevamente, esta vez agotado y plenamente rendido
―Shh...― Airín continuó amarrando al chico sin siquiera dirigirle la mirada ―Todo juego tiene sus normas y te has pasado de listo intentando seguir las tuyas propias―.
La mujer caminó de nuevo al interior de la casa, dándole tiempo a Sherin para intentar soltarse a pesar de ser consciente de que, si no había podido escapar hasta el momento, sería imposible que ella se hubiese descuidado. Tiró una última vez de sí mismo, pero el agarre no cedía ni un milímetro. Sólo le quedaba aceptar su derrota y esperar lo siguiente.
Finalmente ella hizo acto de presencia, acariciando una nueva y larga cadena, entrelazada entre sí a modo de soga. Agrandó la circunferencia que esta formaba e introdujo la cabeza de Sherin por el agujero, ajustándola después alrededor de su delgado cuello y tirando de esta hasta tensarla.
―Todo perro necesita una correa― Airín mordió su propio labio inferior, orgullosa de la imagen que tenía delante, y tiró al suelo la cadena que rodeaba el cuello de Sherin, dando a entender al joven que simplemente se estaba burlando de él.
Sherin la miraba apenado, como un verdadero cachorro que no quería bajo ningún concepto ser abandonado, lo que provocó que Airín se acercase a él, creando una ligera esperanza, pero en su lugar, ella simplemente se agachó y depositó un débil beso en su mejilla.
―Game over―.
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✎ ¿No notáis a ambos personajes un poco cambiados? uhm ... Espero que a medida que avance la historia, no se os olvide cómo eran sus personalidades en un principio.
✎ También espero vuestros votos y comentarios; opiniones, correciones, críticas... Lo que deseéis.
✎ Muchísimas gracias por leer la historia y apoyarla. ♡
➥ ¡Nos vemos en el sexto capítulo!
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| Sweet Serial Killer |
Misterio / SuspensoSherin sale a tomar unas copas con sus amigos, pero en el momento en que se queda solo de regreso a casa, se encuentra en mitad de una situación imposible de resolver; es víctima de un psicópata.