- Buenos días, hermosura. -
Sherin se perdió ante la duda de si había sido capaz de librarse la noche anterior del ataque de aquel psicópata sediento. La voz que acababa de escuchar, le resultaba totalmente ajena a cualquier recuerdo y, por un momento, llegó a sentirse aliviado con la idea de haber sido auxiliado y refugiado.
- Qué maleducado eres... ¿No deberías darme los buenos días también? -.
Sherin no entendía absolutamente nada y aquella persona era consciente de ello, así que, sin vacilar, avanzó hasta el joven.
- Bebé, ¿no me recuerdas? - soltó una aguda y estruendosa carcajada, sujetando con suavidad el mentón de Sherin- ¿Con todo lo que me costó conseguir que accedieses a venir?
Los ojos de Sherin se volvieron platos, su rostro palideció y un escalofrío recorrió la recta de su espalda. A gatas y de espaldas, retrocedió hasta chocar con la fría pared de madera. Miró por el gran ventanal descubierto y sólo era capaz de ver hojarasca, matorrales y un gran sol dando los buenos días. Por desgracia, para Sherin nada era bueno.
Palpó la madera de aquella buhardilla, como si buscase alguna salida, algún punto flaco por donde abrirse camino y caer. ¿Era consciente de que si se tirada desde allí, moriría? Estaba elevado a tres pisos de altura, era un imposible en toda regla y una parte de él lo sabía.
Suspiró, mostrando redención con sus hombros y se limitó a visualizar la esbelta figura que había irrumpido en su descanso; Cabello largo y rubio, ojos azules, labios gruesos y carnosos... Si su tendencia sexual favoreciese a su atacante, posiblemente habría caído sin pensarlo. Era una preciosidad. Pero algo no encajaba, o Sherin no llegaba a explicárselo, y lo único que hacía era mostrar su aturdimiento con cada gesticulación.
Hizo amago de hablar, pero desde su subconsciente supo que era mucho mejor permanecer en silencio. Un único pensamiento se paseaba constantemente por su mente...¿Una mujer? ¿Mi atacante es una mujer?
En ningún momento pensó que podría llegar a estar en una situación similar y que, quien lo había atormentado durante más de una hora en aquellas calles, pudiese ser una mujer y no un hombre.
Ni siquiera en televisión era común ver un caso así, y no era capaz de lidiar con tanto alboroto de sensaciones. ¿Debía sentirse asustado o aliviado con su nuevo descubrimiento? Era incapaz de dar con una solución.
¿Podría jugar con sus sentimientos y escapar?
No. No puedes, Sherin. Estás jodido.
La mujer comenzó a reír a carcajada limpia, haciendo sentir a Sherin realmente patético. Era obvio que ella no podía escuchar lo que pensaba, pero no era momento para ser realistas y pensar con claridad.
―Sherin te llamas, ¿verdad? ― el joven asintió mientras tragaba saliva con dificultad―¿Estás asustado, Sherin?
La mujer se quedó callada, esperando algún tipo de reacción distinta por parte de su víctima, pero no fue así. Sherin seguía temblando con ligereza, manteniendo en todo momento una expresión aturdida y que resultaba de lo más decepcionante en contraste con sus expectativas.
―¿No vas a preguntarme cómo me llamo, por qué estás aquí o por qué te hago esto a ti?― Estaba empezando a molestarse demasiado, y eso no traería buenas consecuencias―¿Nada? ¡¿No vas a preguntarme nada?!
El joven tragó saliva una vez más, siendo consciente del efecto que estaba causando su falso pasotismo. De un momento a otro, ambos se habían convertido en víctima y atacante, sin darse cuenta ninguno de los dos.
Ella le había secuestrado y él estaba quebrando su calma y terminando con su paciencia.
¿Sería capaz de hacerle daño físico si no cumplía con el deseo de la mujer? Era mejor no llegar a descubrirlo.
―¿Có-cómo te llamas? ¿Qué... qué hago aquí y... por qué yo?― La mujer sonrió satisfecha, acariciando con suavidad el hermoso y pálido rostro de Sherin―.
―Eso está mucho, mucho mejor― acarició el alborotado cabello del joven y él cerró los ojos como un cachorro asustadizo― Me llamo Airín y, he de confesar que, estás aquí ahora mismo por aparecer en el momento perfecto, en el lugar idóneo.
Se encogió de hombros, como si ella no tuviese nada que ver con el motivo o la planificación, y en cuestión de segundos, chasqueó los dedos y frunció los labios, levantándose pausadamente, pensativa. Se acercó a una pequeña mesita blanca, una especie de tocador con muchos años de vida, abrió uno de los cajones y sacó un espejo de mano.
¿Para qué quiere eso ahora?
Airín se acercó a él, empuñando el espejo con fuerza. Sonrió con cierta picardía y orgullosa de su intención, entonces aclaró su garganta y le miró con una dulzura aterradora.
―Mira, Sherin... Te presento a mi nuevo juguete― Puso el espejo frente al joven, de forma que se reflejase en él, y dio fugaces pero continuos toques al marco oxidado del espejo, dándole a entender y dejando claro, que se trataba de él.
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✎ Deseo que os haya gustado este segundo capítulo, al menos más que el anterior, hahaha.
✎ Espero vuestros votos y comentarios; opiniones, correciones, críticas... Lo que deseéis.
✎ He decidio hacer los capítulos así de cortos para no demorarme mucho en actualizar.
¡Nos vemos en el tercer capítulo!
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| Sweet Serial Killer |
Gizem / GerilimSherin sale a tomar unas copas con sus amigos, pero en el momento en que se queda solo de regreso a casa, se encuentra en mitad de una situación imposible de resolver; es víctima de un psicópata.